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“ROMANCE DE BELISARIO”
“Mira las sombras oscuras”
Romance
Mira el granizo en la senda,
mira
las nieves cuajadas
sobre
la verde colina
que
triste duerme y se calla.
Mira las sombras oscuras,
densas
en la madrugada,
porque
tejen los eneros
a
estas horas las escarchas.
Mira la luz que, encendida,
anunciando
la mañana,
va
asomando al horizonte
tímidamente
sus llamas.
Mira los altos palacios
y
las torres más osadas,
los
castillos orgullosos
bajo
la clara alborada.
Y en ellos, pues es tan niña,
la
princesa que la patria
adora
ya como reina,
aunque
no fue coronada.
Y, pues han de defenderla,
porque
ganan su soldada,
hasta
la vida los suyos
le
han de dar, si hiciera falta.
Todos protegerla juran,
todos
luchar sin templanza
contra
el más vil enemigo,
si
existe quien la amenaza.
Mas de todos hay quien dice,
con
voluntad insensata,
que
no ha de mover un dedo,
si
es que existe el que la ataca.
Y es que, cerca de la fuente,
pudo
escuchar la calandria
al
mal conde Belisario,
con
el alma enamorada.
Y, porque tanto la quiere,
dice
al mismo tiempo odiarla,
y
golpes se da en el pecho
por
querer dar muerte al alma:
“Oh, dulce brillo de luna,
clara
luz de la mañana,
relámpago
que, violento,
mira
el alma derrotada,
que no has sabido apiadarte
de
quien tu amor anhelaba
y
llora por no tenerlo,
pues
eres tú tan ingrata.
Oh, llama viva a la aurora
que
le roba a la alborada
la
hermosura en un reflejo
que
brilla en su luz callada,
que no has sabido quererme,
que
no has sabido mi espada
tener
por tu defensora,
que
los amores rechazas.
Quién gozara tus amores
y
quién tu orgullo hechizara,
porque
es el amor hechizo
y
es el embrujo la gala.
Y, porque me ves vencido,
sé
sospechar que te jactas,
cuando
en la alcoba, serena,
ya
tus pupilas descansan.
Y, porque me sabes triste,
quieres
ver cómo se amarga
el
ánimo enamorado,
si
es el ánimo el que calla.
Y, porque decir su pena
puede
también la palabra,
sé
bien yo, sin tú decirlo,
que
es que quieres escucharlas.
Que cruel es el duro pecho
que
mis endechas cansadas
escucha
con gran soberbia
desde
las luces del alba.
Y en mi mal se satisface
esa
inclemencia malvada
que,
naciendo de tu pecho,
halla
bien en mi desgracia.
Pues me niegas los amores
que
el hontanar pide al alma,
no
ha de servirte mi escudo
ni
ha de servirte mi espada.
Y pues hay reinos lejanos
y
en ellos princesas claras,
en
algún reino al que llegue
tendré
yo mayor bonanza.
Y allí hallaré quien me quiera
y
sepa mi digna espada
digna
de tantas empresas,
noble
para mil hazañas.
Entre tanto, y con despecho,
he
de querer olvidarlas
las
endechas de mi llanto,
por
mil lágrimas regadas:
tú sabes que son tan tristes
como
en el pecho es amarga
la
hiel que a probar invita
tu
maldad enajenada”.
Así dijo Belisario,
al
nacer de la mañana,
cuando
tomó por testigo
de
sus palabras al alba.
Y el alba, oyendo el comento,
lloró
la burla insensata
de
aquel loco enamorado
con
sus lágrimas más claras.
Y al nacer del nuevo día,
coronado
el cielo en grana,
alumbraron
sus dorados
sobre
las cumbres nevadas.
Qué bello fue aquel reflejo
que
iluminó la mañana
con
más luz que el mediodía,
cuando
se enciende su llama.
Y, al
mirarlo, Belisario,
supo su amor en la calma
de aquella mañana bella
que más luces diera al alba.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"
"Poemas para Mael y Jimena"
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