domingo, 25 de agosto de 2013

Filarmónica

            El viejo disco de la Filarmónica sonaba muchas veces en el trasto que el polvo iba comiendo lentamente. La música era bella y los eslavos no siempre fueron malos componiendo. Aquella melodía iba mezclando sonidos como el agua de dos fuentes de las que nacería un largo cauce. Mas no sé de Moldavia y de sus gentes, e ignoro tan lejana geografía. Sentí que la corriente de aquel río buscaba otros lugares, otros mundos. Supuse, con envidia, unos rincones donde hay castillos llenos de misterios, manchados por la voz de la leyenda. Y el curso del Moldava era curioso: primero se agrandaba, y describiendo los juegos cinegéticos de un noble, miraba entre las sombras los colores callados de la luna perezosa que supo de los baños en sus aguas de las ondinas bellas en la noche. Después, aquellos rápidos violentos y, lejos, no muy lejos, esa Praga con gusto a la Edad Media y sus castillos dormidos en la calma de su ruina.

            El viejo disco de la Filarmónica sonaba muchas veces en el trasto que el polvo iba comiendo lentamente.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

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