Es bello caminar serenamente, mirar correr el tiempo sin apuro
no lejos de los mares sosegados. La luz amenazada del verano sospecha que el
otoño se aproxima con un bostezo lento y melancólico. La espuma de las olas
moribundas que llegan a las playas se confiesa con un susurro triste,
mortecino. Y el puerto duerme siempre solitario, custodio de las lanchas y
pesqueros que salen al romper la madrugada.
Es bello
caminar y ver el cielo, sabiendo respirar el aire puro que embriaga el mar
salobre de la zona. Acaso las gaviotas no han perdido los ritos ancestrales de
otros tiempos y siguen con su escándalo molesto. Algunas lanchas tornan por un
ponto cuajado de secretos y misterios que no quieren hablar a la conciencia. Y
admiro, en lo lejano, los cordales alzados a lo lejos, donde el Sueve se
esconde en la neblina de mañana.
Es bello
caminar, sentir la brisa, su aliento perezoso y bullanguero, que pide libertad
como el más joven. Quizás traen estos meses de verano palabras que evidencian
la derrota de aquellas primaveras ambiciosas. Herida por el sol, a la mañana,
vencida por el fuego del verano, la vida quiso acaso refrescarse. El caerá
después del mediodía, sin desmentir el eco del destino que suelen denunciar
tantos ocasos.
Mirando desde el cabo
pueden verse los mares que, forjando sus imperios, regalan sus azules más
intensos…2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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