miércoles, 21 de agosto de 2013

Sierras dormidas

José Ramón Muñiz Álvarez
“Sobre las sierras dormidas”

Romance

Sobre las sierras dormidas
halló el despuntar del alba
al joven duque, al que, triste,
le oyeron tristes palabras.

“No sospecharon los cielos
ni la luz de la alborada,
de sus ojos la belleza
ni de sus labios la gracia”.

Sobre las sierras y montes
halló el despuntar del día
el joven duque, al que, triste,
se le oyó, cuando decía:

“No sospecharon los cielos
ni acaso la brisa fría,
de sus ojos la belleza
ni de sus labios la vida”.

Callar no pudo la gloria
de aquella beldad sagrada,
si a los bosques saber hizo
lo que su pecho la amaba:

“Todo en ella diré hermoso,
como hermosa es esa llama
que acaricia, en lo lejano,
las colinas escarchadas”.

Callar no pudo la gloria
de aquella beldad altiva,
si a los bosques saber hizo
lo que su pecho la sufría:

“Todo en ella diré hermoso,
como hermosa es la caricia
de esa llama, en lo lejano,
sobre escarchadas colinas”.

Y escucharon los hayedos
aquella voz que cantaba
de su pecho la tristeza,
de su vida la desgana:

“Y así sufro sus desdenes
como quien pena y se afana,
si el alma hiela al que la mira,
porque puede helar el alma”.

Y escucharon los hayedos
aquella voz que decía
de su pecho la tristeza,
la desgana de su vida:

“Y así sufro sus desdenes
como quien pena y ansía,
si el alma al que mira hiela,
porque helar puede al que mira”.

Porque, triste, el joven duque,
sentía como volaba
el aliento de sus labios
de su vida enamorada.

“Que sé que no hay hermosura,
sino en el rostro de nácar
que presume bajo el rizo
de sus melenas doradas”.

Porque, triste, el joven duque,
desvanecerse sentía
el aliento de sus labios,
desfalleciendo la vida:

“Que sé que no hay hermosura,
sino en la boca más fina
que su perfume da al aire
del aliento que destila”.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"

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