Llegaron sin apuro las espumas,
cansadas
de ese viaje fatigoso,
heridas
por el viento que suspira.
Heridas por el viento que suspira,
fenecen
las espumas en las playas,
sintiendo
la caricia del verano.
Sintiendo la caricia del verano,
descansan
las orillas que alcanzaban
los
muros del abrupto precipicio.
Los muros del abrupto precipicio
contemplan
con orgullo el horizonte,
dormido
en el sosiego de estos meses.
Dormido en el sosiego de estos meses,
el
mar calma las furias, porque acaso
llegaron
sin apuro las espumas.
Llegaron sin apuro las espumas,
cansadas
de ese viaje fatigoso,
heridas
por el viento que suspira.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
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