José Ramón Muñiz Álvarez
“SONETOS Y OTRAS TROVAS DE LOS SIGLOS”
PARA ALEJANDRO GARCÍA
GONZÁLEZ
“Introito prosístico para un amigo”
Los clásicos nos dictan sus palabras,
y, en ellas, contenidos, encontramos extraños pensamientos de otras épocas. Los
siglos han volado, como vuelan los negros estorninos por el aire que llora los
otoños desolados. Y el paso de los siglos aun conserva la magia de esas voces
que encendieron la luz que no fue dada a los más necios. No es cierto que este
tiempo en que vivimos presente más nobleza que los días lejanos que admiraron a
los césares. La voz de los imperios se ha apagado con los republicanos que nos
compran con oro falso y falsas democracias. Las cosas más auténticas que
hallamos nos llegan de unos tiempos tan remotos que habremos de dudar si son
historia. Yo sé que tú conoces esos logros que hicieron que esta Europa
empobrecida luciera con el brillo de mil soles. Yo sé que lo valoras, que no
dudas, que te mantienes firme y que defiendes que tiene su valor el mundo antiguo.
También lo digo yo, y, como lo sabes, comprendes que yo siempre me intereso por
cosas que son viejas como el mundo.
La llama de los clásicos nos llega de
un tiempo tan lejano que imagino que fue un momento duro, pero clave. Y quienes
habitaron ese tiempo no hablaron con desprecio de los brillos que ofrece a los
saberes la memoria: entonces los más jóvenes sabían seguir la explicación de
los más viejos y amar en ellos viejas tradiciones. Quizás la vieja Roma
mantenía la llama de una Grecia en decadencia que fue más grande en tiempo más
lejano. Y aquella Roma es madre de estas tierras: el mundo del romance y los
juglares nació de aquella herencia, sin saberlo. Los clérigos de entonces
mantenían en viejos monasterios esos textos que habitan hoy las nuevas bibliotecas.
Y todo ese saber es patrimonio que no sabe apreciar el estudiante que vive
obnubilado con lo nuevo. Yo quiero recordar, como tú sueles, los tiempos más
difíciles, los años de esfuerzo y de ilusión en las lecturas. No solo los
romanos y los griegos, los viejos trovadores, por ejemplo, son parte que revive
en nuestras voces.
Te puedo hablar, si quieres, de esas
veces que pude amar, discreto, algún romance cantado en viejas zonas de mi
tierra. También los escuché en esa Castilla que es árida y hermosa, pero parda,
y huele a pan y a vino en cada parte. El fuego invita siempre, en bodegones, al
canto de los viejos romanceros que vuelven a dar vida a los castillos. También
te puedo hablar de aquellos siglos que ardieron con valor en las Américas, después
de las hazañas del guerrero. Los viejos españoles, ambiciosos, hicieron de su
imperio como un himno de gloria y decadencia al mismo tiempo. El siglo de sor
Juana es ese siglo que pudo ver a Góngora y Quevedo reñir en verso bueno en la
metrópoli. Y el caso es que, del modo en que ese Góngora, tal vez un buen
Quevedo, Lope acaso, los clásicos latinos nos alientan. Igual que tú, conozco
la poesía tejida con paciencia por Virgilio, si bien en traducciones
mejorables. Y a Ovidio yo lo tengo por bandera, que es uno de los grandes,
cuando cuenta relatos mitológicos curiosos.
No es esta época pobre y orgullosa,
los años que nos tocan, por desgracia, momento para el auge en la cultura.
¡Quién no quisiera ver el Siglo de Oro, los griegos, los rapsodas que cantaron a
Ulises al comienzo de las letras! ¡Y todo pese a Wolf, que suponía que nunca
existió Homero, que las gentes hilaban los relatos del folclore! Tal vez haya
una corte principesca de siglos venideros o pasados que acoja a los que sienten
la poesía. Pero he de referirte, en este punto, que no es verdad que el tiempo
que nos toca lo pone fácil al ingenio cauto. Lo digo porque amantes de las
letras, cantores y prudentes en el arte de dar vida a lo bello se abandonan. Hoy día nadie paga
la poesía ni quieren escuchar ya los curiosos romances de las gestas
legendarias: el Cid, el conde Dirlos y Guarinos acaso son palabra en el olvido.
Y acaso don Quijote y su bravura son cosa de otro tiempo en estos días de
ruidos y violentas discotecas. Y, huyendo de esos ruidos insolentes, prefiero
imaginarte en los ensayos, cantando con tu grupo lo diverso.
En ese repertorio tan extraño parece
haber belleza, y el folclore se mezcla con las músicas más cultas. Mas luego,
en el retiro de tu casa, cansado tras jornadas tan intensas, un poco de lectura
es algo bueno. Por eso he de ofrecerte estos sonetos: son signo de un amor a la
cultura que va quedando atrás, triste y pacata: el viejo testimonio de maneras
de hacer las trovas bellas con la rima, de hacer el verso hermoso y bien ritmado.
Sonetos, espinelas, silvas blancas podrán entretener, si las aceptas, las horas
más tediosas que da el ocio. Tal vez, benevolente, me respondas que soy capaz
de hilar imitaciones de artistas que lo fueron otras veces. Algunos me dirán
–quizás tú mismo- que no es justo robar un arte bello, pues ese es el jardín de
los más grandes. Yo pienso que el ejemplo de esos clásicos no debe fatigarse a
la deriva, perdido por los mares de la nada.
Serás lector, en fin, de estos
sonetos, labrados no sin algo de trabajo, y algunos versos más que los arropan.
Tú sabes que el soneto es buena cosa, que es bello hallar momentos solitarios y
darse a la lectura del soneto. No importa si contienen estrambotes, si muestran
el más alto epifonema o tienen más profundas reflexiones. Siguiendo los ejemplos
del Barroco, paréceme correcto hacer sonetos, y hacerlos como hicieron esas
gentes. Pero, si hay gran virtud en los sonetos, que son exhibición de
cualidades, no quieras rechazar cosas distintas: en este caso, quiero que
recibas, con los sonetos mismos, otras piezas diversas que pudieran divertirte.
Y no has de ser severo si haces crítica: supón que todo cuesta algún trabajo,
que nunca es cosa fácil la poesía. Las voces esmeradas de poetas lucharon por
alzarse en la batalla con la palabra libre y levantisca. Queramos prisionera a
la palabra en esa cárcel bella de la estrofa que canta con amor a lo perfecto.
2015 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Sonetos y otras trovas de los
siglos”
“Introito
prosístico para un amigo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario