Soneto IX
“LOS
CIELOS QUE SE VISTEN DE BLANCURA”
(Soneto
sobre el agua cristalina
que
brota de la Fuente
de
los
Ángeles
y
mira en las alturas la
alborada)
Las aguas cristalinas de la fuente
quisieron ser espejo de la altura tan pronto como el sol hirió la sombra que
vino con sus risas y su dicha. Las llamas de ese fuego son hermosas como un
corcel de luz que, vivaracho, recorre el cielo entero y sus azules, mostrando
resplandores encendidos. También es cierto que arden las antorchas que vieron
los crepúsculos callados que hubieron de firmar esa derrota fatal que dio paso
al reinado de la noche. La noche es como un ángel melancólico que adora las
estrellas temblorosas que dan luz a sus sombras y cortinas, pues no tiene la
luz de la mañana.
La luz del sol, el brillo en las
alturas, el fuego incandescente que nos mira, las aguas como espejo de los
cielos y acaso la humedad sobre los prados inspiran a la gente que contempla
las nuevas estaciones, ese tiempo de luz y de belleza, que, bucólico, se admira
en las aldeas carreñenses. Saliendo de Candás y su parroquia, no en vano,
podéis ver esos lugares, esos rincones bellos y las playas que ven como las
olas, de igual modo, admiran ese sol de la mañana que puede ser poesía en
nuestra boca, pues solo es cosa ya de imaginarnos conceptos con que hacer otro
soneto:
Los cielos
que se visten de blancura,
mostrando el alba clara en un torrente,
hirieron el reflejo que en la
fuente
nos muestra alborotada el agua
pura.
El sol se
enciende alegre y apresura,
la llama que arde como el sol
luciente,
pues corre por el cielo
transparente
y busca el arroyuelo que murmura.
Y el canto
del Noval es despacioso
al ver la aurora clara en esos
cielos
que besan los dorados otoñales.
El agua del
riachuelo generoso
que corre sigiloso por los suelos
robó a los cielos todos sus
corales.
Y es bello ver
los brillos luminosos, su luz, su fuego y toda su alegría, rozando el agua
clara de las fuentes, el valle silencioso donde corre. La hierba, siempre
verde, siempre viva, mantiene en las Asturias ese brío que llena de alegría la
mirada de quien la ve nostálgico y se queja. Entonces es momento para el verso
que endulza el alma tierna, que emociona los ojos que se pierden cuando el aire
se torna en humedad para la tierra. La vida es vida aquí y es vida siempre,
cuajada con la escarcha, si es invierno, si quieren las heladas darle el beso
que luego arrancarán nuevos veranos.
2014 © José Ramón Muñiz Álvarez
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