“Palabras de
la niñez”
Habremos
de saber lo que hemos sido:
no quiero que
olvidemos la importancia
que tuvo la
niñez para nosotros,
pues ella nos
premió con sus regalos:
las aguas
abundantes del deshielo,
la escarcha
que se esparce por los prados,
la nieve que
nos llega en la invernada,
y acaso la
esperanza del granizo
que vimos
arrojado con violencia,
después de un
marzo triste y silencioso.
No
habremos de ignorar lo que nos dieron:
tenemos que
entender que aquellos bosques
cuajados de
humedades son la vida
de aquellos
años dulces que tuvimos:
las hojas del
helecho en el otoño,
las aguas
cristalinas de los charcos,
el barro en
las orillas del arroyo
y acaso la
esperanza de imposibles,
de sueños y
de extrañas fantasías
al ver volar
veloz al ratonero.
Y
están también la playa y sus arenas:
a veces
imagino que los mares
nos abren una
puerta a la aventura
que no hemos
apreciado los románticos:
la espuma de
las olas en las costas,
las voces y
el rumor de la galerna,
las horas de
silencio y de sosiego,
y acaso los
piratas que supuso
la voz de
nuestro genio, siendo niños
en años tan
distintos a estos años.
Sabed
que hay bucaneros todavía:
los vieron
los antiguos marineros
que cobran la
pensión y que caminan
mirando las
orillas de los mares:
las algas de
la zona del sargazo,
las bestias y
dragones de otros siglos,
los barcos
del vikingo a la conquista,
y acaso
alguna página perdida
del libro de
Salgari nos enseñan
que hay mares
en el fondo del espíritu.
Y
habremos de buscar en las cavernas:
la hondura de
la tierra nos atrapa
con esa
oscuridad que se hace mística,
buscando en
las profundas oquedades:
la noche de
la tierra y su sigilo,
la roca que
se esconde entre la sombra,
los lagos que
se ocultan en la piedra,
y acaso ese
silencio penetrante
que sabe a
muerte y mira, desolado,
sus rutas nos
sorprenden de camino.
2015 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Sonetos y otras trovas de los
siglos”
Segunda parte: “Otras trovas”
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