“Pues era un hombre de rango”
Pues era un hombre de rango
el que, al llegar la mañana,
recorriendo los caminos
la luz sorprendió del alba
(porque dicen caballero
al que, con la amanecida,
al recorrer los senderos
pudo ver la luz del día),
no pudo menos que, triste,
entregarse a esas nostalgias
de los recuerdos de antaño,
viendo la cumbre nevada
(porque, triste el caballero,
lleno de melancolía,
recordó pasados tiempos
viendo nevada la cima):
-Vos, señora, no quisisteis,
después que tanto os amaba,
desposaros por mi dicha
cuando os quise dar el alma
(pues no quisisteis, señora,
cuando el amor lo pedía,
entregaros a mi pecho
para daros yo la vida).
Así el destierro me place,
porque, en mi yegua alazana,
bello es buscar los parajes
en el momento del alba
(que parecen, si os lo digo,
al ver cómo nace el día,
mas hermosos los lugares
donde va la yegua mía).
Así se expresó su pecho,
que pudo ser voz del alma
que por amores callados
fue a buscar la nueva patria
(pues dicen del caballero
que el alma suya decía
por su pecho las tristezas,
buscando la luz del día).
2015 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Sonetos y otras trovas de los
siglos”
Segunda parte: “Otras trovas”
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