domingo, 14 de agosto de 2016

Y VIENDO EL ALBA LEJOS




I

Y, viendo el alba lejos,
naciendo silenciosa,
sintió que aquellos mares de aventura
mostraban su alegría algunas veces,
su paz y su sosiego, las bondades
que no cabe esperar
en días tormentosos,
en días de dolor, cuando los vientos
se muestran alterados y los mares
se rizan, furibundos, y enloquecen.

II

Y, viendo los paisajes,
las olas encrespadas
que pueden ver acaso, en mar abierto,
las gentes que se adentran, si se atreven,
en meses desolados y de frío,
el alba era una madre,
tal vez un beso falso,
quizás una quimera, algo engañoso,
para esos marineros agotados
por una vida llena de durezas.

III

Y, viendo los colores
cuajados de la aurora,
quisieron olvidar, por un momento,
las horas de la noche, el viento triste,
el viento que no cesa en la llanura
de un mar lleno de penas
de llantos y dolores
que cantan los más viejos en los bares,
fumando su cigarro y acordándose
de tantas horas llenas de amargura.

IV

Y supo que los brillos
del alba que nacía
mostraban, con sus guiños, ese aliento
que se hace necesario, muchas veces,
en la extensión inmensa de los mares,
pues deja que su fuego
sugiera versos claros
que quieren encender, entre los jóvenes,
quizás entre los viejos, optimismo
y ganas de seguir con el trabajo.


2016 © José Ramón Muñiz Álvarez
"El niño que compró una bicicleta"

No hay comentarios:

Publicar un comentario