domingo, 14 de agosto de 2016

EL MUSGO AL PIE DEL ÁRBOL






I

El musgo al pie del árbol nos recuerda
los verdes encendidos de los fondos:
pensad en esos bosques apagados
que habitan lo profundo de los mares
en esas costas llenas de bravura.

II

Las algas, los corales, las correas
esperan cada golpe de las olas:
la playa a bajamar se nos revela
y entonces comprendemos los misterios
que ocultan las espumas en la piedra.

III

Se advierten, entre el gris de las calizas,
las briznas de la hierba que se asoma:
los viejos marineros de otras épocas
solían contemplar en la atalaya
el ancho mar, sus reinos, sus paisajes.

IV

Y reinos y paisajes son un todo
que quiere despertar y hacerse bello:
los viejos hombres rana lo advirtieron
en tiempos ya remotos, en los días
de aquel ayer ausente y repentino.

V

Quién sabe si Neptuno, al acostarse,
se agita entre bostezos en el fondo:
su voz se me encapricha melancólica,
distinta a ese rugido tenebroso
que nace de la furia en la galerna.

VI

Yo sueño con los mares más sublimes,
poblados por extrañas criaturas:
marrajos, tintoreras, architeutis
que ascienden de lugares más profundos
que todas esas simas de lo onírico.

VII

Y el ocle, si es que el ocle puede hablaros,
tal vez no quiera acaso desmentirlo:
hay mares donde viven los cetáceos
monstruosos que imaginan esos niños
que alargan las medidas sin cautela.

VIII

El fondo de los mares es reflejo
del fondo que se agita en el espíritu,
y hay lagos tan secretos, tan extraños,
tan bellos como el mar, si los rodean
los juncos silenciosos de la orilla.

IX

En todo caso, digo lo que pienso,
si, cuando pienso, digo lo que digo:
los robles, los castaños de la cuesta,
quizás los eucaliptos de los montes
no pueden competir con esos mares.

X

Las simas y los valles submarinos
esconden, como el hombre, maravillas:
tal vez no sospecháis lo que subyace
debajo de nosotros, esos feudos
que busca la razón en su conquista.

2016 © José Ramón Muñiz Álvarez
"El niño que compró una bicicleta"

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