domingo, 22 de septiembre de 2013

Caballero en su caballo


CABALLERO EN SU CABALLO

         Caballero en su caballo,
como otras veces solía,
adentróse en la floresta,
cuando la tarde moría.
         Y, por seguir el sendero,
por el vergel se perdía,
entre la verde hojarasca
y la maleza que había.
         Sintió sed, pues escuchaba
la corriente que corría
a la orilla de una fuente,
si de la piedra nacía.
         Al desmontar del caballo
sintió gran melancolía,
y recordó los amores
que dejó en la lejanía.
         Y así le contó a la fuente
la tristeza que tenía
por hallarse desterrado
donde nunca volvería.
         –Oh, verso de amor sagrado,
porque tiene nombradía
el amor que el pecho siente,
si busca la fuente fría;
         Oh, canto que, querelloso,
apurar el mal podría,
si no fuera porque, lejos,
la tristeza se encendía.
         Oh, fe que tuve otras veces,
porque atrás volver sabría
y, montado en mi caballo,
en mis tierras la tendría.
         Mas no lo quiso su padre,
que, ofendido, respondía
cada vez que, con esmero,
a la niña le pedía pedía.
         Pues dijo: “No será tuya”.
Y quise que fuera mía,
y el destino me condena
y este castigo me envía.
         Y, por eso, vivo triste,
y el ánimo se me enfría,
y siento, desde temprano,
una gran melancolía.
         Y siento que el pecho duele,
y lamento la porfía
que del amor alejada
quiere ver la suerte mía.
         Y pues todo hace el despecho,
sale cara la osadía,
que pone el amor en riesgo,
no faltando la valía.
         Y, después de ser bizarro,
pues fue tal la bizarría,
quien gallardo de mostraba
olvida su gallardía.
         Y sus dolores confiesa
cuando cae la noche fría,
que al ocaso cantar sabe
todo el mal que el pecho cría.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael y Jimena"

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