POR
LOS MONTES Y LOS VALLES
Por los montes y los valles
fue
de caza el caballero,
de
la esperanza olvidado,
porque
no vive en su pecho.
Por los valles que camina
seguido
va de los perros,
que
tras el corcel lo siguen
por
los extraños senderos.
No teme a los salteadores
ni
teme a los agarenos,
que
la espada puesta al cinto
puede
más que el sarraceno.
Pero los dolores siente
y
dice que son lamentos
los
que llenan sus querellas
de
los amores primeros.
Bien el azor lo conoce
y
conoce esos empeños
que
lo llenan de esperanzas
que
se desvanecen luego.
Y es el halcón en el puño
el
testigo de su duelo,
porque
el pecho se le inflama
por
dos ojos traicioneros:
–Dichosa tú, que eres bella,
clara
como el alba clara,
si
es que el alba con tus ojos
atrevida
se compara.
Dichosa tú, que eres dulce,
linda
como el alba linda,
si
es que el alba en tu mirada
su
raro reflejo avisa.
Dichosa tú, que eres suave,
bella
como lo es el alba,
si
es que el alba con tus rayos
pinta
un lienzo en tu mirada.
Dichosa tú, que eres tierna
como
el despuntar del día,
si
es que el día a ti se asoma,
al
llegar la brisa fría.
Dichosa tú, que eres fuente
de
la más noble esperanza,
si
es con crueldad la alimentas
para
luego aniquilarla.
Dichosa tú, que eres noble
como
la llama encendida
que
en la alborada dibuja
mis
dolores y desdichas.
Allí escuchó las querellas
un
prudente peregrino
que,
en sabiendo sus pesares,
estas
palabras le dijo:
–Triste el amor que se siente
por
capricho de una dama,
pues
es del amor el reino
que
triste anida en el alma.
Triste el amor que se siente
por
quererlo una infantina,
pues
es del amor imperio
que
del baluarte de la vida.
Triste el amor que se siente
por
merced de una mirada,
si
es la mirada engañosa
y
sabe torcer el ánima.
Triste el amor que se siente
porque
lo diga una niña,
porque
una mirada enciende
lo
que no la amanecida.
Triste el amor que se siente
por
capricho de una infanta,
pues
el amor es suplicio,
si
Cupido lo demanda.
Triste el amor que se siente
por
quererlo la que mira,
que
la mirada inocente
es
acaso más dañina.
Por los montes y los valles
de
caza se fue ligero,
de
la esperanza olvidado,
el
herido caballero.
Por los valles que camina
son
los perros digo séquito,
de
las más raras andanzas
por
los bosques y los cerros.
Y no teme malhechores,
porque,
armado de su acero,
sabe
el honor defenderse
de
bandidos y agarenos.
De los dolores que siente
confiesa
el dolor y el duelo
que,
sin ninguna clemencia,
saben
herirlo en el pecho.
Bien sus pájaros lo saben,
que
su azor es el primero
en
escuchar sus tristezas
y
sus callados lamentos.
Y es el halcón quien quiere
servirle
de algún consuelo,
pues
sabe cómo se duele
con
su amor el caballero.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael
y Jimena"
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