domingo, 22 de septiembre de 2013

Montes y valles



POR LOS MONTES Y LOS VALLES

        Por los montes y los valles
fue de caza el caballero,
de la esperanza olvidado,
porque no vive en su pecho.
        Por los valles que camina
seguido va de los perros,
que tras el corcel lo siguen
por los extraños senderos.
        No teme a los salteadores
ni teme a los agarenos,
que la espada puesta al cinto
puede más que el sarraceno.
        Pero los dolores siente
y dice que son lamentos
los que llenan sus querellas
de los amores primeros.
        Bien el azor lo conoce
y conoce esos empeños
que lo llenan de esperanzas
que se desvanecen luego.
        Y es el halcón en el puño
el testigo de su duelo,
porque el pecho se le inflama
por dos ojos traicioneros:
        –Dichosa tú, que eres bella,
clara como el alba clara,
si es que el alba con tus ojos
atrevida se compara.
        Dichosa tú, que eres dulce,
linda como el alba linda,
si es que el alba en tu mirada
su raro reflejo avisa.
        Dichosa tú, que eres suave,
bella como lo es el alba,
si es que el alba con tus rayos
pinta un lienzo en tu mirada.
        Dichosa tú, que eres tierna
como el despuntar del día,
si es que el día a ti se asoma,
al llegar la brisa fría.
        Dichosa tú, que eres fuente
de la más noble esperanza,
si es con crueldad la alimentas
para luego aniquilarla.
        Dichosa tú, que eres noble
como la llama encendida
que en la alborada dibuja
mis dolores y desdichas.
        Allí escuchó las querellas
un prudente peregrino
que, en sabiendo sus pesares,
estas palabras le dijo:
        –Triste el amor que se siente
por capricho de una dama,
pues es del amor el reino
que triste anida en el alma.
        Triste el amor que se siente
por quererlo una infantina,
pues es del amor imperio
que del baluarte de la vida.
        Triste el amor que se siente
por merced de una mirada,
si es la mirada engañosa
y sabe torcer el ánima.
        Triste el amor que se siente
porque lo diga una niña,
porque una mirada enciende
lo que no la amanecida.
        Triste el amor que se siente
por capricho de una infanta,
pues el amor es suplicio,
si Cupido lo demanda.
        Triste el amor que se siente
por quererlo la que mira,
que la mirada inocente
es acaso más dañina.
        Por los montes y los valles
de caza se fue ligero,
de la esperanza olvidado,
el herido caballero.
        Por los valles que camina
son los perros digo séquito,
de las más raras andanzas
por los bosques y los cerros.
        Y no teme malhechores,
porque, armado de su acero,
sabe el honor defenderse
de bandidos y agarenos.
        De los dolores que siente
confiesa el dolor y el duelo
que, sin ninguna clemencia,
saben herirlo en el pecho.
        Bien sus pájaros lo saben,
que su azor es el primero
en escuchar sus tristezas
y sus callados lamentos.
        Y es el halcón quien quiere
servirle de algún consuelo,
pues sabe cómo se duele
con su amor el caballero.

2013 © José Ramón Muñiz Álvarez

"Poemas para Mael y Jimena"

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