DEL
ARROYUELO A LA ORILLA
Del arroyuelo a la orilla
supo
la dulce muchacha,
acompañar
el silencio
mientras
viejos paños lava.
Las aves del cielo escuchan
a
la moza, porque canta
las
canciones que ellas suelen,
si
se pierden en las ramas.
Y ella, que se ve dichosa,
al
tiempo que todo pasa,
dulcemente
se deleita
donde
las horas se callan.
Qué suave su voz se escucha
entre
la densa hojarasca,
donde
se mezcla al murmullo
de
la corriente que danza.
–Decid vos, el caballero–,
canta
la bella muchacha,
donde
blancas van quedando
las
sedas bellas y claras.
Porque, cantando romances,
corren
las penas amargas,
como
las aguas del río,
cuando
descienden las aguas.
–Decid vos, el caballero–,
escuchan
desde las casas,
que
su voz, desde las frondas
es
por otros celebrada.
Y es que no lejos del pueblo
queda
la orilla apartada
donde,
con voz cadenciosa,
canta
la dulce muchacha.
–Decid vos, el caballero–,
dice,
como en las batallas,
la
soldadesca de ataño,
empuñando
las espadas.
Porque las viejas historias
y
las crónicas pasadas,
son
de todos conocidas,
por
estas gentes honradas.
–Decid vos, el caballero–,
grita,
mostrando las ansias
y
el furor en el combate,
si
combate la mesnada.
Que son romances hermosos
los
que en la villa se cantan,
si
San Juan viene en verano,
dejando
atrás la invernada.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael
y Jimena"
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