EL
CABALLERO Y LA HIJA DEL
VENTERO
–Decid vos, pues se os admira
junto
al pie de una montaña,
qué
os trajo por estos pagos,
en
vuestra yegua alazana.
–Quiso la ambición de gloria,
que,
al cabo, la quiere el alma,
que
la buscase en la guerra
y
en la guerra la encontrara.
–Si la ambición es de gloria,
bien
hacéis yendo a buscarla,
mas
no hay guerra en este reino,
ni
aun en toda la comarca.
–La guerra ya la he encontrado,
que
en ella batí las armas,
y
son cuatrocientos moros
los
que pasé por la lanza.
–Si son cuatrocientos moros,
vuestro
valor os avala,
que
seguro que el gran duque
os
dio premio esa andanza.
–Cuatrocientos son los moros
que
cayeron en venganza
de
cuatrocientos cristianos
que
murieron en batalla.
–Téngalos Dios en su gloria,
porque
la gente esforzada
debe
gozar de su premio
junto
a las almas más santas.
–Y cansado de la guerra,
vengo
buscando posada,
que
descanse las heridas
y
el cuerpo repose en cama.
–Tiene el villorrio una venta
y
en ella sabe en la jarra
el
agua cual dulce vino,
si
es que dulce sabe el agua.
–De los caminos cansado
quiero
el descanso que aguarda
a
quien le han molido el cuerpo
en
las refriegas más bravas.
–Abrid presto, posadero,
que
lo pide el que cabalga,
el
que habita los senderos
y
siente rendida el alma.
–Decid vos, pues se os admira
empuñando
así la espada,
qué
os trajo por estos pagos,
en
vuestra yegua alazana.
–La voluntad del descanso
que
al fatigado aliviara,
tras
tantos años de guerra
y
haber batido las almas.
–Decid vos, pues que, llegado,
sentís
la sed y la gana,
si
queréis yacer tan solo
o
si queréis fresca el agua.
–El agua que a vino sabe
es
el agua para el alma,
que
también pide descanso
tras
la larga cabalgada.
–Si descanso el cuerpo pide,
aquí
se le ofrece al alma
que
descanse entre bordados
y
las sábanas más blancas.
–Y, pues me dais hospedaje,
dejad
ya que la garganta
descanse
de tanto esfuerzo,
y
dadme a probar la jarra.
–No ha de faltar, señor mío,
mas
entregadme las armas,
y
dejad que vuestra yegua,
que
llamaré a la muchacha.
–Oh, claros ojos callados
que
en el fondo de la jarra
decís
que está el agua fresca
para
el descanso del alma.
–Oh, mirar del caballero
que
combatió en la batalla
y
viene buscando alivio
de
las heridas causadas.
–Pasa conmigo la noche,
que
las estrellas aguardan,
porque
siempre son discretas,
a
que llegue la mañana.
–Con vos dormiré esta noche,
que
entre las sedas y holandas,
será
vuestro lecho gloria,
antes
de llegar el alba.
–No esperemos pues la cena,
porque
la alcoba callada
sabrá
ponerle remedio
a
las poderosas ansias.
–Sed prudente, caballero,
porque
mi madre es anciana,
mas
siente y oye los ruidos
si
el silencio los delata.
–No ha de saber que te quiero
y
que hasta hacerte mi amada,
tendré
roto el firme pecho
que
en tu boca se desata.
2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
"Poemas para Mael
y Jimena"
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