José
Ramón Muñiz Álvarez
"DON
BELTRÁN Y DOÑA LAURA" O "LA ALBADA
DE
SAN JUAN"
(muy
breve cuadro dramático
de
temática picaresca y
galante)
http://jrma1987.blogspot.com
Interior
de una fortaleza medieval, reformada luego como palacio. En la pared,
de grueso sillar, están colgadas las armas y los retratos de los
nobles linajudos de otro tiempo. al subir el telón, no hay nadie,
pero pronto comienza la primera escena.
ESCENA
I
Pasan
al salón, sin querer ser vistos y con mucho disimulo, DON BELTRÁN y
DOÑA LAURA.
ESCENA
I
Don
Beltrán y doña Laura hablan de amores:
DON
BELTRÁN-. Miro que en vuestros espejos
(por
no decir vuestros ojos),
arde
el amor con enojos,
donde
tiene los reflejos.
De
la aurora los bermejos
han
quedado malheridos,
ya
que miran decididos
vuestros
ojos al amor,
que
pienso que sois dolor,
con
mirar tan encendidos.
Pues
ojos son ese fuego,
y
vuestro cuello la llama,
donde
el amor se derrama,
y
perturba mi sosiego.
Y
pues vos amáis el juego,
a
la par de ser cortés,
he
de deciros después
que
arde en vos la luz del día,
que
en amor encendería
no
a un amante sino a tres.
Y
maldigo yo a la aurora,
porque
siempre nos separa,
que
el destino nos depara
separarnos
en tal hora.
Y
qué sentimiento aflora
cuando,
al ver amanecer,
me
dejáis sin el placer
de
teneros de mañana,
porque
la brisa temprana
os
enseña más mujer.
Pero,
siempre resignados,
han
de esconder sus amores
jos
que miran los albores
en
el lecho y abrazados.
Pudieran
ser condenados
por
adúlteros, quizás.
Y
siempre al alba dirás
que
se acaba la alegría,
porque
con llegar el día,
vuelve
a tu lecho don Blas.
Y
así, tu amigo el gaitero,
te
advierte con su sonido,
cuando
el ojo adormecido
siente
ese rayo primero.
Tu
marido es pendenciero
y
celoso de su honor,
y,
llegado ya el albor,
es
necesario escapar,
porque
llega de cazar.
con
el primer resplandor.
DOÑA
LAURA-. Sin embargo, don Beltrán,
sois
vos mi amor solamente.
DON
BELTRÁN-. No es un amor indecente,
pero
no lo entenderán.
Ellos
solo mirarán
que
escondemos las pasiones
en
helados torrejones
de
los tiempos de la guerra.
DOÑA
LAURA-. Y mi marido en la sierra,
cazando
sus azulones.
DON
BELTRÁN-. Es cazador y cazado,
cazado
por nuestro amor,
que
el ánimo servidor
es
el del enamorado.
Si
él es un hombre casado,
yo,
sin ser tan principesco,
puedo
ser ese refresco
que
vuestro espíritu pide.
DOÑA
LAURA-. Es el amor quien decide,
manantial
siempre tan fresco.
DON
BELTRÁN-. Es el amor que nos guía
al
llegar la madrugada:
Yo,
invasor de tu morada;
tú,
mujer infiel y fría.
Mas
qué fortuna la mía…
DOÑA
LAURA-. Así pues, don Beltrán mío,
sin
mostraros tan sombrío,
amad,
amad si las horas
hacen
tardar las auroras
que
causan tal desvarío.
DON
BELTRÁN-. Os amo yo, mi tesoro,
Como
la escarcha a la plata,
Como
al dinero el pirata,
Como
el avariento al oro.
Pausa.
LAURA hace un gesto, denotando que escucha que alguien viene.
DOÑA
LAURA (Muy nerviosa)-. Pues, si también yo os adoro,
Haced
caso de mi ciencia,
Que
conviene la prudencia
Según
pienso en estos casos.
DON
BELTRÁN-. ¿Qué ocurre?
DOÑA
LAURA-. ¿No escucháis pasos?
DON
BELTRÁN-. Señora, tened paciencia…
DOÑA
LAURA-. No quiero ser sorprendida
Que
peligra mi fortuna.
DON
BELTRÁN-. Qué ocasión inoportuna.
Puede
costarnos la vida.
DOÑA
LAURA-. Yo en los laureles dormida
y
seremos sorprendidos.
DON
BELTRÁN-. Pero no estamos perdidos,
que,
detrás de ese telón,
guardarse
es la solución
y
pasar inadvertidos.
Se
esconden.
ESCENA
II
Entrada
de DOÑA ALDONZA, DOÑA MARTA, DOÑA GUIOMAR. Se ponen a bordar.
DOÑA
ALDONZA-. Del sol el claro reflejo
que
viene a traer el día
enciende
la dicha mía
y
la apaga en raro espejo.
Pues,
si el sol es oro viejo
que
se refleja al albor,
escuchando
al ruiseñor,
mezcla
de amor y despecho,
siento
que hierve mi pecho,
siento
que muero de amor.
DOÑA
GUIOMAR-. El mirar enamorado
y
agotada la paciencia
no
halla remedio ni ciencia
con
que salir de este estado.
Y
dime, ¿qué mal te ha dado,
que
tales cosas murmuras?
DOÑA
ALDONZA-. Quiera Dios en las alturas,
con
su paciencia divina,
que
la pasión más dañina
no
me hiera en sus torturas.
DOÑA
MARTA-. El rayo de la alborada,
con
su precioso destello,
dorando
el rubio cabello,
la
ha dejado trastornada.
DOÑA
GUIOMAR-. ¿Es que estás enamorada?
¿Pero
de qué caballero?
DOÑA
ALDONZA-. De un hombre por el que muero,
pues,
herido el corazón,
he
cedido a esta pasión
por
quien es solo un barquero.
DOÑA
GUIOMAR-. ¿Un barquero? Ten en mente
que
es seria cosa el amor
y
que no puede tu honor
ser
sino cosa decente.
DOÑA
GUIOMAR-. Yo lo quiero.
DOÑA
MARTA-. Mas detente
a
pensar con la cabeza:
eres
mujer de nobleza
y
de rancia nombradía.
DOÑA
ALDONZA-. Él será la vida mía.
DOÑA
GUIOMAR (Al público)-. A esta nadie la endereza.
DOÑA
ALDONZA-. Y qué suplicio es bordar
en
este humilde castillo,
y
no ser el pajarillo
que
puede libre volar.
DOÑA
MARTA-. ¿Es que al cielo te has de echar
como
un gorrión en su vuelo?
DOÑA
ALDONZA-. Es que de amores me duelo
y
del mozo, yo, enojosa,
me
siento, a veces, celosa,
con
profundo desconsuelo.
DOÑA
MARTA-. La verdad es que es hermoso
ese
joven que, temprano,
recorre
el camino llano,
hasta
el río caudaloso,
donde,
cortés y gracioso,
pasa
de orilla en orilla
a
las gentes de Castilla
que
se van a Compostela.
DOÑA
GUIOMAR-. ¿Y es ese el amor que hiela
a
una noble? ¡Qué sencilla!
Olvida,
mejor, y aguarda,
que
hay amores encendidos
entre
nobles bien nacidos,
y
eso es cosa que no tarda.
DOÑA
MARTA-. Poco el amor acobarda
a
la noble cortesía.
DOÑA
GUIOMAR-. Verás rendir pleitesía
a
los nobles españoles:
ellos
son como los soles
que
traen la luz y alegría.
DOÑA
MARTA-. Has de escribir una carta
a
don Íñigo del Valle,
que
es un marqués de buen talle.
¡Si
no, que un rayo me parta…!
DOÑA
ALDONZA-. Nunca digas eso, Marta,
que
es tentar la mala suerte…
DOÑA
GUIOMAR-. Deja que tu prima acierte,
que
ella sabe de estas cosas,
y
escribe coplas preciosas
del
amor y de la muerte.
DOÑA
MARTA-. Entonces, solucionado,
que,
sin galas, sin alarde,
llega
mi primo esta tarde,
y
le daré este recado:
que,
entre prudente y osado,
un
verso hará en una carta,
que
le pide doña Marta,
en
que Aldonza solicite
al
gran conde de Belchite
y
hasta el pecho se le parta.
DOÑA
ALDONZA-. Pero el caso es que yo quiero
al
mozo de la barcaza.
DOÑA
GUIOMAR-. No te pongas de esa traza
y
olvida al joven barquero.
DOÑA
ALDONZA-. Yo por él suspiro y muero,
que
me tiene sin vivir.
DOÑA
MARTA-. No queda más que decir:
cuando
la dulce poesía
arda
con la luz del día,
podrá
el noble sucumbir.
ESCENA
III
DOÑA
MARTA se ha ido y quedan en escena DOÑA GUIOMAR y DOÑA ALDONZA, sin
olvidar a los dos personajes que permanecen escondidos.
DOÑA
GUIOMAR-. Ese barquero al que quieres,
ese
iluso es un plebeyo.
DOÑA
ALDONZA-. Pues es el hombre más bello
que
nunca vieron mujeres.
DOÑA
GUIOMAR-. Otorga el amor placeres
mejores
a nuestra nobleza.
Tú
eres mujer de belleza
y
encontrarás el amor
en
un hombre superior
a
esa laña de bajeza.
Los
casorios no son cosa
que
impida bellos amores.
Tendrás
amantes mejores
que
esa piltrafa enojosa.
Te
pido solo una cosa,
y
no me hagas que suplique,
deja
tan solo que explique
lo
que existe en amoríos.
DOÑA
ALDONZA-. Los amores son los míos.
DOÑA
GUIOMAR-. Permite que rectifique…
Desde
tiempo inmemorial,
el
amor es el amor,
y,
para hacerlo mejor,
existe
el ser desleal,
que
esto es cosa sin igual,
si
fijas tu pensamiento:
el
matrimonio es invento
que
se otorga al interés,
y
por eso el amor es
una
cosa de otro cuento.
Muy
pronto habrás de casarte,
que
vas entrando en edad,
y
el tema de la lealtad
nunca
deberá importarte.
Este
será tu estandarte:
que,
servidora de amores,
tendrás
placeres mejores
al
margen de su marido.
DOÑA
ALDONZA-. ¡La punzada que he sentido,
que
eso es de malos traidores!
El
marido y la mujer
han
de amarse, dice el cura.
DOÑA
GUIOMAR-. Eso es todo una locura
que
te negará el placer.
Lo
que debieras saber
es
que para unir las tierras,
en
las más lejanas sierras
el
matrimonio recibe
la
mujer que lo concibe
como
arte de evitar guerras.
Y,
casada, has de mirar,
que,
sin querer al esposo,
no
niega mucho reposo
dejar
atrás al altar,
Que,
si a otro debes amar,
importa
que no se sepa
ni
en la China ni en la estepa,
ni
en España ni en Ceilán,
que
entonces murmurarán.
DOÑA
ALDONZA-. Pues gran delito se increpa…
Yo
no soy mujer malvada
y
al marido quiero amar
desde
el sol crepuscular
hasta
nacer la alborada.
DOÑA
GUIOMAR-. Será discreta la almohada,
porque
como tal es muda,
y
la verdad no desnuda
quien
se sabe estar callado.
DOÑA
ALDONZA-. Mi honor no quiero menguado.
DOÑA
GUIOMAR-. Del honor nunca se duda.
Una
joven de talento
ha
de saber lo que hacer
por
gozar, siendo mujer,
con
gran desenvolvimiento.
Que
el marido esté contento
es
importante en verdad,
pero
lo de la lealtad
es
cosa que importa menos,
que
están los palacios llenos
de
lujuria y falsedad.
No
existe en este palacio
ninguno,
yo no lo dudo,
que
el raro cráneo cornudo
no
esconda en su pelo lacio.
A
admitirlo se es reacio,
pero
los cuernos, en suma,
aunque
los cubra la bruma,
definen
al buen marido.
DOÑA
ALDONZA-. Y cómo se te ha ocurrido…
DOÑA
GUIOMAR-. Deja que te lo resuma:
En
el campo del amor
el
amor mismo se mira,
y
el matrimonio es mentira,
patrimonio
del honor.
Tú,
para hacerlo mejor,
le
darás, con gran cumplido,
tus
respetos al marido,
los
amores al amante
cuando
llegue delirante
y
se encienda tu sentido.
Se
van.
ESCENA
IV
Salen
los que estaban escondidos.
DON
BELTRÁN-. Debo decir, asustado,
que
pensé que, sorprendidos,
estábamos
ya perdidos
y
por ellas atrapados.
¡Para
hacer unos bordados
tienen
que venir aquí!
DOÑA
LAURA-. ¡Jamás tal temor sentí,
don
Beltrán, amado mío!
¡Que
yo me muero de frío!
DON
BELTRÁN-. ¡No te hieles, ven a mí!
Se
abrazan
Esas
brujas son malvadas,
y,
llenas de hipocresía,
podrían
la vida mía
acabar.
DOÑA
LAURA-. Qué deslenguadas…
pues
son malintencionadas,
aconsejando
a esa niña,
con
ese tono de riña
a
que renuncie al amor.
DON
BELTRÁN-. Escucharlas da dolor.
DOÑA
LAURA-. Si la envidia fuera tiña…
DON
BELTRÁN-. Claro que admito por cierto
que
no somos diferentes
en
falsedad a esas gentes,
y
bien me tuve por muerto...
DOÑA
LAURA-. Qué destino tan incierto,
si
nos viesen, don Beltrán.
DON
BELTRÁN-. Por fortuna ya se van
con
sus charlas a otra parte,
y
así ya puedo abrazarte.
DOÑA
LAURA-. Yo no sé si volverán.
DON
BELTRÁN-. Pronto vendrá tu marido
de
esa regia cacería.
DOÑA
LAURA-. Pienso que me contendría
de
extremo tan atrevido.
El
amor nos ha querido,
con
su presagio, avisar.
DON
BELTRÁN-. ¿No me quieres abrazar
como
otras veces hiciste?
DOÑA
LAURA-. Tal es que no me entendiste.
DON
BELTRÁN-. Nos tenemos que arriesgar…
Es
mala cosa el amor
al
sentir, en todas partes,
de
los otros malas artes
y
en el pecho este temor.
Hace
más bello el dolor
clavado
como una espina
este
amor, doña Laurina,
que
ya siente el pecho mío.
DOÑA
LAURA-. Pues parece desvarío
lo
que al instinto inclina.
Una
pasión he pensado
que
valiera más sufrir,
y
es no tener que sentir
yodo
lo que ya ha pasado.
DON
BELTRÁN-. Pero, ya todo acabado,
¿no
nos queda la emoción
de
que zumbe el corazón
por
esta pasión prohibida?
Raro
milagro es la vida
y
es más raro el corazón.
En
verdad que estos amores
quitan
de lleno la calma.
DOÑA
LAURA-. Perturbada tengo el alma
de
la noche a los albores.
DON
BELTRÁN-. Son los momentos mejores
que
se pueden disfrutar.
DOÑA
LAURA-. Es locura singular
y
no me parece sana.
DON
BELTRÁN-. Pronto vendrá la mañana.
DOÑA
LAURA-. Mejor será claudicar.
DON
BELTRÁN-. Deja que el amor furtivo
en
pasiones se desate,
y,
así la suerte me mate,
será
este un amor esquivo.
DOÑA
LAURA-. Ya no sé si muero o vivo,
que,
al sufrir tanto trasiego,
no
sé si este amor es fuego
o
si el fuego se hace amor,
que
todo es triste temor.
DON
BELTRÁN-. Dejad de hablar, os lo ruego.
Pensad
en la dicha mía
y
en vuestra dicha pensad.
DOÑA
LAURA-. Don Beltrán, por caridad…
DON
BELTRÁN-. ¿A qué tanta cobardía?
pensad
que es esta osadía
un
hechizo de pasión,
y
palpita el corazón
con
suplicios y temores
tal
vez por unos amores
que
no tienen ni razón.
DOÑA
LAURA-. Ya, con todo, soy temores
de
lo que pueda ocurrir.
DON
BELTRÁN-. No se puede así vivir
el
placer de los amores.
DOÑA
LAURA-. Siempre llegan los señores,
dueño
mío, don Beltrán,
de
la caza a la que van,
con
la luz de los albores.
DON
BELTRÁN (Al público)-. Y aquí termina, señores,
esta
albada de San Juan.
TELÓN
Y FIN
2011
© José Ramón Muñiz Álvarez
“Don
Beltrán y doña Laura o la albada de San Juan”
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