lunes, 12 de mayo de 2014

Albada

José Ramón Muñiz Álvarez
"DON BELTRÁN Y DOÑA LAURA" O "LA ALBADA
DE SAN JUAN"
(muy breve cuadro dramático
de temática picaresca y
galante)

http://jrma1987.blogspot.com

Interior de una fortaleza medieval, reformada luego como palacio. En la pared, de grueso sillar, están colgadas las armas y los retratos de los nobles linajudos de otro tiempo. al subir el telón, no hay nadie, pero pronto comienza la primera escena.

ESCENA I

Pasan al salón, sin querer ser vistos y con mucho disimulo, DON BELTRÁN y DOÑA LAURA.

ESCENA I

Don Beltrán y doña Laura hablan de amores:

DON BELTRÁN-. Miro que en vuestros espejos
(por no decir vuestros ojos),
arde el amor con enojos,
donde tiene los reflejos.
De la aurora los bermejos
han quedado malheridos,
ya que miran decididos
vuestros ojos al amor,
que pienso que sois dolor,
con mirar tan encendidos.

Pues ojos son ese fuego,
y vuestro cuello la llama,
donde el amor se derrama,
y perturba mi sosiego.
Y pues vos amáis el juego,
a la par de ser cortés,
he de deciros después
que arde en vos la luz del día,
que en amor encendería
no a un amante sino a tres.

Y maldigo yo a la aurora,
porque siempre nos separa,
que el destino nos depara
separarnos en tal hora.
Y qué sentimiento aflora
cuando, al ver amanecer,
me dejáis sin el placer
de teneros de mañana,
porque la brisa temprana
os enseña más mujer.

Pero, siempre resignados,
han de esconder sus amores
jos que miran los albores
en el lecho y abrazados.
Pudieran ser condenados
por adúlteros, quizás.
Y siempre al alba dirás
que se acaba la alegría,
porque con llegar el día,
vuelve a tu lecho don Blas.

Y así, tu amigo el gaitero,
te advierte con su sonido,
cuando el ojo adormecido
siente ese rayo primero.
Tu marido es pendenciero
y celoso de su honor,
y, llegado ya el albor,
es necesario escapar,
porque llega de cazar.
con el primer resplandor.

DOÑA LAURA-. Sin embargo, don Beltrán,
sois vos mi amor solamente.
DON BELTRÁN-. No es un amor indecente,
pero no lo entenderán.
Ellos solo mirarán
que escondemos las pasiones
en helados torrejones
de los tiempos de la guerra.
DOÑA LAURA-. Y mi marido en la sierra,
cazando sus azulones.

DON BELTRÁN-. Es cazador y cazado,
cazado por nuestro amor,
que el ánimo servidor
es el del enamorado.
Si él es un hombre casado,
yo, sin ser tan principesco,
puedo ser ese refresco
que vuestro espíritu pide.
DOÑA LAURA-. Es el amor quien decide,
manantial siempre tan fresco.

DON BELTRÁN-. Es el amor que nos guía
al llegar la madrugada:
Yo, invasor de tu morada;
tú, mujer infiel y fría.
Mas qué fortuna la mía…
DOÑA LAURA-. Así pues, don Beltrán mío,
sin mostraros tan sombrío,
amad, amad si las horas
hacen tardar las auroras
que causan tal desvarío.

DON BELTRÁN-. Os amo yo, mi tesoro,
Como la escarcha a la plata,
Como al dinero el pirata,
Como el avariento al oro.

Pausa. LAURA hace un gesto, denotando que escucha que alguien viene.

DOÑA LAURA (Muy nerviosa)-. Pues, si también yo os adoro,
Haced caso de mi ciencia,
Que conviene la prudencia
Según pienso en estos casos.
DON BELTRÁN-. ¿Qué ocurre?
DOÑA LAURA-. ¿No escucháis pasos?
DON BELTRÁN-. Señora, tened paciencia…

DOÑA LAURA-. No quiero ser sorprendida
Que peligra mi fortuna.
DON BELTRÁN-. Qué ocasión inoportuna.
Puede costarnos la vida.
DOÑA LAURA-. Yo en los laureles dormida
y seremos sorprendidos.
DON BELTRÁN-. Pero no estamos perdidos,
que, detrás de ese telón,
guardarse es la solución
y pasar inadvertidos.

Se esconden.

ESCENA II

Entrada de DOÑA ALDONZA, DOÑA MARTA, DOÑA GUIOMAR. Se ponen a bordar.

DOÑA ALDONZA-. Del sol el claro reflejo
que viene a traer el día
enciende la dicha mía
y la apaga en raro espejo.
Pues, si el sol es oro viejo
que se refleja al albor,
escuchando al ruiseñor,
mezcla de amor y despecho,
siento que hierve mi pecho,
siento que muero de amor.

DOÑA GUIOMAR-. El mirar enamorado
y agotada la paciencia
no halla remedio ni ciencia
con que salir de este estado.
Y dime, ¿qué mal te ha dado,
que tales cosas murmuras?
DOÑA ALDONZA-. Quiera Dios en las alturas,
con su paciencia divina,
que la pasión más dañina
no me hiera en sus torturas.

DOÑA MARTA-. El rayo de la alborada,
con su precioso destello,
dorando el rubio cabello,
la ha dejado trastornada.
DOÑA GUIOMAR-. ¿Es que estás enamorada?
¿Pero de qué caballero?
DOÑA ALDONZA-. De un hombre por el que muero,
pues, herido el corazón,
he cedido a esta pasión
por quien es solo un barquero.

DOÑA GUIOMAR-. ¿Un barquero? Ten en mente
que es seria cosa el amor
y que no puede tu honor
ser sino cosa decente.
DOÑA GUIOMAR-. Yo lo quiero.
DOÑA MARTA-. Mas detente
a pensar con la cabeza:
eres mujer de nobleza
y de rancia nombradía.
DOÑA ALDONZA-. Él será la vida mía.
DOÑA GUIOMAR (Al público)-. A esta nadie la endereza.

DOÑA ALDONZA-. Y qué suplicio es bordar
en este humilde castillo,
y no ser el pajarillo
que puede libre volar.
DOÑA MARTA-. ¿Es que al cielo te has de echar
como un gorrión en su vuelo?
DOÑA ALDONZA-. Es que de amores me duelo
y del mozo, yo, enojosa,
me siento, a veces, celosa,
con profundo desconsuelo.

DOÑA MARTA-. La verdad es que es hermoso
ese joven que, temprano,
recorre el camino llano,
hasta el río caudaloso,
donde, cortés y gracioso,
pasa de orilla en orilla
a las gentes de Castilla
que se van a Compostela.
DOÑA GUIOMAR-. ¿Y es ese el amor que hiela
a una noble? ¡Qué sencilla!

Olvida, mejor, y aguarda,
que hay amores encendidos
entre nobles bien nacidos,
y eso es cosa que no tarda.
DOÑA MARTA-. Poco el amor acobarda
a la noble cortesía.
DOÑA GUIOMAR-. Verás rendir pleitesía
a los nobles españoles:
ellos son como los soles
que traen la luz y alegría.

DOÑA MARTA-. Has de escribir una carta
a don Íñigo del Valle,
que es un marqués de buen talle.
¡Si no, que un rayo me parta…!
DOÑA ALDONZA-. Nunca digas eso, Marta,
que es tentar la mala suerte…
DOÑA GUIOMAR-. Deja que tu prima acierte,
que ella sabe de estas cosas,
y escribe coplas preciosas
del amor y de la muerte.

DOÑA MARTA-. Entonces, solucionado,
que, sin galas, sin alarde,
llega mi primo esta tarde,
y le daré este recado:
que, entre prudente y osado,
un verso hará en una carta,
que le pide doña Marta,
en que Aldonza solicite
al gran conde de Belchite
y hasta el pecho se le parta.

DOÑA ALDONZA-. Pero el caso es que yo quiero
al mozo de la barcaza.
DOÑA GUIOMAR-. No te pongas de esa traza
y olvida al joven barquero.
DOÑA ALDONZA-. Yo por él suspiro y muero,
que me tiene sin vivir.
DOÑA MARTA-. No queda más que decir:
cuando la dulce poesía
arda con la luz del día,
podrá el noble sucumbir.

ESCENA III

DOÑA MARTA se ha ido y quedan en escena DOÑA GUIOMAR y DOÑA ALDONZA, sin olvidar a los dos personajes que permanecen escondidos.

DOÑA GUIOMAR-. Ese barquero al que quieres,
ese iluso es un plebeyo.
DOÑA ALDONZA-. Pues es el hombre más bello
que nunca vieron mujeres.
DOÑA GUIOMAR-. Otorga el amor placeres
mejores a nuestra nobleza.
Tú eres mujer de belleza
y encontrarás el amor
en un hombre superior
a esa laña de bajeza.

Los casorios no son cosa
que impida bellos amores.
Tendrás amantes mejores
que esa piltrafa enojosa.
Te pido solo una cosa,
y no me hagas que suplique,
deja tan solo que explique
lo que existe en amoríos.
DOÑA ALDONZA-. Los amores son los míos.
DOÑA GUIOMAR-. Permite que rectifique…

Desde tiempo inmemorial,
el amor es el amor,
y, para hacerlo mejor,
existe el ser desleal,
que esto es cosa sin igual,
si fijas tu pensamiento:
el matrimonio es invento
que se otorga al interés,
y por eso el amor es
una cosa de otro cuento.

Muy pronto habrás de casarte,
que vas entrando en edad,
y el tema de la lealtad
nunca deberá importarte.
Este será tu estandarte:
que, servidora de amores,
tendrás placeres mejores
al margen de su marido.
DOÑA ALDONZA-. ¡La punzada que he sentido,
que eso es de malos traidores!

El marido y la mujer
han de amarse, dice el cura.
DOÑA GUIOMAR-. Eso es todo una locura
que te negará el placer.
Lo que debieras saber
es que para unir las tierras,
en las más lejanas sierras
el matrimonio recibe
la mujer que lo concibe
como arte de evitar guerras.

Y, casada, has de mirar,
que, sin querer al esposo,
no niega mucho reposo
dejar atrás al altar,
Que, si a otro debes amar,
importa que no se sepa
ni en la China ni en la estepa,
ni en España ni en Ceilán,
que entonces murmurarán.
DOÑA ALDONZA-. Pues gran delito se increpa…

Yo no soy mujer malvada
y al marido quiero amar
desde el sol crepuscular
hasta nacer la alborada.
DOÑA GUIOMAR-. Será discreta la almohada,
porque como tal es muda,
y la verdad no desnuda
quien se sabe estar callado.
DOÑA ALDONZA-. Mi honor no quiero menguado.
DOÑA GUIOMAR-. Del honor nunca se duda.

Una joven de talento
ha de saber lo que hacer
por gozar, siendo mujer,
con gran desenvolvimiento.
Que el marido esté contento
es importante en verdad,
pero lo de la lealtad
es cosa que importa menos,
que están los palacios llenos
de lujuria y falsedad.

No existe en este palacio
ninguno, yo no lo dudo,
que el raro cráneo cornudo
no esconda en su pelo lacio.
A admitirlo se es reacio,
pero los cuernos, en suma,
aunque los cubra la bruma,
definen al buen marido.
DOÑA ALDONZA-. Y cómo se te ha ocurrido…
DOÑA GUIOMAR-. Deja que te lo resuma:

En el campo del amor
el amor mismo se mira,
y el matrimonio es mentira,
patrimonio del honor.
Tú, para hacerlo mejor,
le darás, con gran cumplido,
tus respetos al marido,
los amores al amante
cuando llegue delirante
y se encienda tu sentido.

Se van.

ESCENA IV

Salen los que estaban escondidos.

DON BELTRÁN-. Debo decir, asustado,
que pensé que, sorprendidos,
estábamos ya perdidos
y por ellas atrapados.
¡Para hacer unos bordados
tienen que venir aquí!
DOÑA LAURA-. ¡Jamás tal temor sentí,
don Beltrán, amado mío!
¡Que yo me muero de frío!
DON BELTRÁN-. ¡No te hieles, ven a mí!

Se abrazan

Esas brujas son malvadas,
y, llenas de hipocresía,
podrían la vida mía
acabar.
DOÑA LAURA-. Qué deslenguadas…
pues son malintencionadas,
aconsejando a esa niña,
con ese tono de riña
a que renuncie al amor.
DON BELTRÁN-. Escucharlas da dolor.
DOÑA LAURA-. Si la envidia fuera tiña…

DON BELTRÁN-. Claro que admito por cierto
que no somos diferentes
en falsedad a esas gentes,
y bien me tuve por muerto...
DOÑA LAURA-. Qué destino tan incierto,
si nos viesen, don Beltrán.
DON BELTRÁN-. Por fortuna ya se van
con sus charlas a otra parte,
y así ya puedo abrazarte.
DOÑA LAURA-. Yo no sé si volverán.

DON BELTRÁN-. Pronto vendrá tu marido
de esa regia cacería.
DOÑA LAURA-. Pienso que me contendría
de extremo tan atrevido.
El amor nos ha querido,
con su presagio, avisar.
DON BELTRÁN-. ¿No me quieres abrazar
como otras veces hiciste?
DOÑA LAURA-. Tal es que no me entendiste.
DON BELTRÁN-. Nos tenemos que arriesgar…

Es mala cosa el amor
al sentir, en todas partes,
de los otros malas artes
y en el pecho este temor.
Hace más bello el dolor
clavado como una espina
este amor, doña Laurina,
que ya siente el pecho mío.
DOÑA LAURA-. Pues parece desvarío
lo que al instinto inclina.


Una pasión he pensado
que valiera más sufrir,
y es no tener que sentir
yodo lo que ya ha pasado.
DON BELTRÁN-. Pero, ya todo acabado,
¿no nos queda la emoción
de que zumbe el corazón
por esta pasión prohibida?
Raro milagro es la vida
y es más raro el corazón.

En verdad que estos amores
quitan de lleno la calma.
DOÑA LAURA-. Perturbada tengo el alma
de la noche a los albores.
DON BELTRÁN-. Son los momentos mejores
que se pueden disfrutar.
DOÑA LAURA-. Es locura singular
y no me parece sana.
DON BELTRÁN-. Pronto vendrá la mañana.
DOÑA LAURA-. Mejor será claudicar.

DON BELTRÁN-. Deja que el amor furtivo
en pasiones se desate,
y, así la suerte me mate,
será este un amor esquivo.
DOÑA LAURA-. Ya no sé si muero o vivo,
que, al sufrir tanto trasiego,
no sé si este amor es fuego
o si el fuego se hace amor,
que todo es triste temor.
DON BELTRÁN-. Dejad de hablar, os lo ruego.

Pensad en la dicha mía
y en vuestra dicha pensad.
DOÑA LAURA-. Don Beltrán, por caridad…
DON BELTRÁN-. ¿A qué tanta cobardía?
pensad que es esta osadía
un hechizo de pasión,
y palpita el corazón
con suplicios y temores
tal vez por unos amores
que no tienen ni razón.

DOÑA LAURA-. Ya, con todo, soy temores
de lo que pueda ocurrir.
DON BELTRÁN-. No se puede así vivir
el placer de los amores.
DOÑA LAURA-. Siempre llegan los señores,
dueño mío, don Beltrán,
de la caza a la que van,
con la luz de los albores.
DON BELTRÁN (Al público)-. Y aquí termina, señores,
esta albada de San Juan.

TELÓN Y FIN

2011 © José Ramón Muñiz Álvarez
Don Beltrán y doña Laura o la albada de San Juan”

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