José
Ramón Muñiz Álvarez
“QUISO,
SIEMPRE CAPRICHOSO, EL AMOR, NACIENDO EL DÍA”
(Letrilla
de asunto amoroso que
presenta
al
caballero
del pecho triste
pendiente
de su
dama)
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Quiso,
siempre caprichoso,
el
amor, naciendo el día,
no
faltar a su osadía,
con
su fuego luminoso.
Y,
lanzándose gozoso,
cruel,
malvado, traicionero,
con
un dardo el pecho triste
alcanzó
del caballero.
Y,
donde está la escarpada
que
da paso al peregrino,
aguardó
el amor mezquino
a
tenderle una celada.
Y,
jinete a la alborada,
en
la espesura frondosa,
en
su carne hirió la flecha
de
la punta venenosa.
Quiso,
siempre con dureza,
el
amor, con la alborada,
en
su furia alborotada,
demostrar
su fortaleza.
Y,
luciendo su destreza
como
magnífico arquero
con
un dardo el pecho triste
alcanzó
del caballero.
Y
es que el guerrero valiente,
por
los amores turbado,
al
sentirse enamorado,
buscó
el agua de la fuente.
Lo
encontró triste y doliente
el
agua que, melodiosa,
en
su carne vio la flecha
de
la punta venenosa.
Quiso,
siempre resentido,
el
amor, con sus engaños,
tornar
mayores los daños
del
caballero afligido.
Y
es que, viéndolo vencido,
encendido
en su lucero,
arrojó
el desdén helado
al
amor del caballero.
Y
fue un disparo sencillo
el
que lanzó a aquella dama
desde
los pies de su cama,
en
la alcoba del castillo.
Y
vio el alba como el brillo
de
su belleza gozosa
en
hielo tornó cuajado
su
mirada venenosa.
Quiso,
siempre obsesionado
el
amor, con sus maldades,
exagerar
las maldades
que
le dan poder y estado.
Y,
sin mostrarse apiadado
con
su servidor sincero,
el
desdén dejó hechizado
el
amor del caballero.
Y
voz le dio a la querella
que,
llegado ya el ocaso,
se
le escucha a cada paso
a
la luz de alguna estrella.
Y
es que su rara centella
lo
contempla, temblorosa,
confesando
las heridas
de
la flecha venenosa.
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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