José
Ramón Muñiz
LOS
RÍOS QUE DESAGUAN EN EL
TIÉTAR
http://jrma1987.blogspot.com
La sierra, tras las verdes
densidades, alzaba su bravura presuntuosa, mostrando su carácter más
agreste. La roca desnudaba su granito, violento contra el cielo azul
y claro, como una espada alzada con soberbia. Se alzaban las neblinas
matinales, queriendo dar guarida a los Galayos, puñales azotados por
el frío. Y acaso los neveros que quedaban dejaban testimonio del
invierno, vendido por el sol de mediodía.
Las cumbres y las nieves, que se
hermanan con el roquedo helado de los montes, sintieron el flagelo
del buen tiempo. La luz rompió la noche y, con el alba, quebró los
principados del granizo, rendidos al capricho de su fuego. Y todo se
vistió, con el deshielo, de vida, de color, de fe y de gala, de luz
y de esperanza en el estío. Y vino aquel verano, pronunciando su
voz, su majestad y la hermosura que enciende el corazón de los
pastores.
También el cazador buscó las cimas,
los riscos aguerridos y las zonas que ofrecen ese paso más difícil.
Y el paso dio aventura al montañero, perdido en las amargas
soledades que lloran la tensión de los inviernos. No en vano, las
nevadas son frecuentes en ese reino triste, abandonado que juega, si
se aburre, con las nubes. Y, entonces, contemplando la crecida, las
gentes abulenses animaron el corazón cansado por la espera.
Y el río se lanzó con la alegría,
saltando con apuro, deslizándose, buscando hallar descanso más
abajo. Sus aguas eran claras, transparentes, heladas como el aire
cristalino que sopla en las alturas de la sierra. Bajaba con las
fuerzas juveniles que encienden en las gentes los anhelos de
conquistar el cielo y las alturas. Su rápido correr apresurado
pudiera recordar a los amantes que corren, que se agitan y se afanan.
Por eso era dichosa la frescura del
agua del riachuelo que bebía también de los arroyos más cercanos.
Por eso era dichoso hacer camino por un paisaje bello donde el aire
cantaba a la belleza de la vida. Quizás hasta el crepúsculo que
viste las galas de su sueño melancólico pudieran ser hermoso para
todos. Y ver el agua clara y los roquedos, los verdes siempre
intensos de la zona, los pinos del lugar y su grandeza.
2014 ©
José Ramón Muñiz Álvarez
Magnífico texto.
ResponderEliminarUn abrazo de uno del Tiétar.
Jose Morales