José
Ramón Muñiz Álvarez
“MIRÓ
EL AGUA DEL RIACHUELO NO SIN AGRADO LA
INFANTA”
(Romance
a modo de canción paralelística
que
cuenta los amores
del
caballero
cuando
halló a la infanta
junto
al
río)
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Miró
el agua del riachuelo,
no
sin agrado, la infanta,
que,
asomándose, dichosa,
quiso
en las manos probarla.
Miró
el agua del arroyo,
sin
apuro, la infantina,
al
ver el agua del cauce
que,
alegre sigue con prisa.
Y
halló el reflejo en el río,
donde
claras son las aguas,
la
majestad de sus ojos,
entre
las aguas más claras.
Y
halló el reflejo callado
de
las aguas cristalinas,
cuando
los ojos se vieron
en
las calladas orillas.
Porque
el color silencioso
de
la aurora despuntaba,
por
ser el momento justo
en
que nace la alborada.
Porque
el color silencioso
de
la aurora trajo el día,
por
ser la ocasión del aire
y
del beso de la brisa.
Y,
a lomos de su caballo,
pisando
la helada escarcha,
la
miraba el caballero,
puesta
la mano en la espada.
Y,
a lomos de su caballo,
donde
las aguas corrían,
la
miraba el caballero,
al
llegar la brisa fría.
Y
el pecho sintió más vivo
por
mirar aquella dama,
si
lava el rubio cabello
en
los cristales de plata.
Y
sintió el pecho más vivo
con
mirar a aquella niña,
porque
todo era mirarla,
al
llegar la luz del día.
Quién
la hubiera por esposa
y
con amor la amparara,
pensó
el joven caballero,
solamente
con mirarla.
Quién
por esposa la hubiera
y
con amor la querría,
pensó
el joven caballero,
mirando
a la dulce niña.
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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