lunes, 12 de mayo de 2014

Descubrimiento de América

José Ramón Muñiz Álvarez
LAS MIL Y UNA CURIOSIDADES DE LA
CONQUISTA DE LAS
AMÉRICAS”

http://jrma1987.blogspot.com

La conquista de suelo americano por parte de las gentes del Viejo Mundo fue desigual, pues sajones y mediterráneos mostraron comportamientos bastante opuestos en la ocupación de un territorio en que estaban unos aborígenes esparcidos por un enorme continente que recorre dos hemisferios y que también eran entre sí muy distintos. Los norteamericanos y los iberoamericanos de hoy son distintos en su composición racial como muestra de que los primeros se mezclaron menos que los segundos con las poblaciones nativas, lo que supone varias causas. Por ejemplo, los iberoamericanos son el producto del mestizaje, pues quienes viajaban al Nuevo Mundo eran hombres, frente a los norteamericanos mandan mujeres también en sus barcos, y no solamente hombres (es más, los mormones eran matrimonios que permitían a un marido tener varias mujeres).
Sin embargo, la mezcolanza racial americana, que es fuerte, especialmente en el sur, tiene que ver con la ausencia de un programa de exterminio de los indios, un programa de exterminio que sí existió, de manera tácita, en el caso de los norteamericanos, quienes, sin redactar un papel legal que condenase a los indios, entendían de manera implícita que el destino del indio era desaparecer al ser de una raza inferior. Esto abre la cuestión interesante y morbosa de si es que los conquistadores procedentes de España y Portugal eran o no eran tan racistas como los procedentes de zonas de Europa situadas más al norte. Y la respuesta es bastante negativa para españoles y portugueses, cuyo comportamiento tolerante no se explica de manera tan elogiosa como se quisiera en un principio.
Los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón habían preparado todo para una aventura, la de Cristóbal Colón, con la que dominar tierra americana. Pero el momento en que se produce la conquista es más tardíamente, llegado al poder Carlos I de España y V de Alemania. En este proceso, pocos barcos llevaron a no muchos personajes en una empresa alocada: conquistar un amplio continente más allá del mar, tras cruzar el Atlántico en una cáscara de nuez. La ausencia de mujeres pudo ser la causa de que los soldados aceptasen el amor de unas indias que no corresponden al tipo de belleza vigente en la época: mujeres blancas y entradas en carne de piel suave y sonrosada. El primer coito conocido que dio lugar a un mestizo fue el de Hernán Cortés con la Malinche.
Más adelante, vemos sucesivos conflictos en los que los españoles se distinguen por su hostilidad contra los indios, a los que someten para quitarles de la idolatría y para entregarlos al dominio del nuevo emperador. Eran gente poco valorada a la que se podía maltratar, una vez se les había vencido, pero tras una victoria poco meritoria: los españoles no hicieron la guerra, la dirigieron, en muchos casos, levantando a las potencias dormidas contra las despiertas, al reavivar a los pueblos resignados que sufrían las sucesivas guerras floridas; unas guerras floridas que suponían el necesario contingente para los sacrificios humanos que pedían los dioses de los aztecas, por poner un ejemplo. (La mayoría de los decesos de indios en aquel entonces se debe, por cierto, a la entrada de nuevas enfermedades, como gripes y pestes propias de los europeos).
La dominación por parte de españoles y portugueses de las zonas americanas es, en suma, un acto menos heroico del que han contado los cronistas de la época, estando la gloria española un tanto hinchada. Sí cabe decir, sin que esto llegue a justificar la invasión, que las religiones de los indios eran violentas y que los indios eran crueles los unos con los otros. Los sacrificios humanos y el imperialismo de ciertos focos hacen que los españoles no sean peores: a fin de cuentas los españoles son un imperio mayor y más fuerte, no necesariamente más cruel. Porque los españoles no tenían pensado matar a los indios, sino ponerlos a producir, es decir, se esperaba de ellos que trabajasen, que hiciesen las labores que los europeos no querían hacer. Un labriego no gana nada matando a su burro, que es el que carga con el carro de leña; un español esclavista no alcanzará su proyecto matando indios.
La zona de Andalucía y de Extremadura son los grandes latifundios del final de la acción reconquistadora de los españoles. Los españoles conquistadores de América eran procedentes de esas zonas en la mayoría de los casos. Estas gentes estaban acostumbradas al sometimiento que imponían los poderosos terratenientes de estos lugares donde la vida era muy dura. La economía que tenían en mente era la de que había un señor que era dueño de la tierra que tenía unos capataces que gobernaban estas propiedades sonde pobres jornaleros trabajaban de sol a sol. El español conocía (y sufría) en esas zonas peninsulares una explotación de la que podía sustraerse, con irse a América, donde el siervo, convertido en señor, podía someter a los indios a una explotación no más clemente. Baste pues agregar con ironía lo siguiente: “no sirvas a quien ha servido”. La actitud de estos españoles es escapar de sus opresores para pasar a tener el papel de opresores tras la nueva conquista.
Debido a que América es para los españoles una colonia en la que replicar lo que había en España, había que reducir al indio, no extinguirlo, pues hacía falta quien hiciese los trabajos. Si luego las cosas no salieron exactamente así de una manera constante se debe a otros factores, por ejemplo, la acción del padre las casas, sosteniendo que los indios son ángeles del Edén, conducente a que el emperador ordene que los indios no sean explotados, es algo que rompe las expectativas de los conquistadores, que no pensaban ser ellos quienes trabajasen para dar una bonanza a las tierras recién tomadas para el Imperio de España. Por esa razón se acude a África y se intensifica la labor de los negreros, que dan un nuevo surtido de esclavos. En Cuba y las Antillas la raza dominante es la negra, después de que se extinguieran los taínos, algo que tampoco estaba en el programa de la expansión española por América, porque se quería solamente reducirlos, no matar a quien podría ser la mano de obra.
La América norteña tuvo una dominación distinta. No se hablaba de extinguir al salvaje, al piel roja, de una manera explícita, pero se sabía que los indios, legítimos dueños de esas zonas, de la que era su tierra y patria, eran el elemento sobrante en una sociedad donde, si los colonos estaban dispuestos a desarrollar ellos el trabajo (esto tal vez no era así en ciertas zonas) el indio sobraba. El esclavismo negrero de los españoles servía perfectamente para poder también importar mano de obra esclava negra, mucho más dócil que los amerindios, que tenían carácter guerrero y rebelde, sabiéndose los amos de una zona que los rostros pálidos venían a invadir. El negro era dócil, entre otras cosas, porque no se había criado en un ámbito salvaje con libertad, hasta ser arrancado de su suelo por los españoles, pues aquellos negros no fueron secuestrados (los negreros españoles los compraron a otros negros). La mayor disposición de los blancos al trabajo en el caso de los europeos de origen sajón (protestantes) y la posibilidad de acudir al negro dócil hacían innecesario al indio del norte (menos sumiso que el de zonas tomadas por portugueses y españoles), y educarlo para la convivencia en el orden nuevo que iba a venir no era lógico, pues resultaba más trabajoso que liquidarlo.
Los indios sucumbieron a los sajones, pero no a los mediterráneos (católicos), porque en el orden teológico atrasado y medievalizante de la España de época renacentista el indio tenía el lugar que le había asignado el padre Bartomolmé de las Casas, quien defendía la angelicidad literal de los indios (había estado en la zona de la Florida y no en otros lugares donde hubiera podido presenciar otras cosas que se han documentado: canibalismo, guerras floridas, ejecuciones sacrificiales con saetas…). Prácticamente, se podría decir que en el norte estaba clara la necesidad de hacer retroceder a las poblaciones indias, y esto llevó a una situación en la que, siendo evidente ya su práctica desaparición, se procuró juntar a los indios en reservas, con el fin de evitar que se dijese que se había cometido una barbarie con los nativos (no parecía civilizado y era más oportuno custodiar al indio, ser inferior al blanco, con afán protector).
En suma, la comparación entre el norte y el sur europeos se reflejan en sus colonizaciones sin benevolencia para ninguno. Como resultado, se señala a favor del norte que fueron capaces de crear ciudades ricas, sectores activos y una economía fuerte que no existe en la zona dominada por los del sur. También queda claro que la desaparición de los indios fue tan sistemática que desmiente la bondad y la justicia de los norteamericanos actuales, que tanto presumen de haber librado al mundo de la horrible lacra del nazismo. Los estadounidenses fundaron su país asesinando a miles de indios inocentes. Por lo tanto, el comportamiento del sajón es bastante discutible. Pero los españoles no respetaron a los indios sino a costa de temores teológicos, de incultura y holgazanería. No matar al indio respondía a la motivación de que es mejor “que ellos trabajen”.
En muchas zonas americanas dominadas por gentes procedentes de nuestro suelo peninsular, los indios fueron explotados, a pesar de la legalidad vigente que prohibía, desde Las Casas, el maltrato al indio. Además, con la época ilustrada, se pisotearía progresivamente a los indios en su cultura y sus lenguas, al querer una unidad imperial más compacta (esto sucede en los tiempos de la llegada de los Borbones). Pero el momento más duro para los indios vino después, con la francesada. La guerra de independencia con la que se logró la expulsión del rey José Bonaparte de suelo español fue el momento idóneo para poder separarse de la metrópoli peninsular: nacieron los países hispanoamericanos que habían sido colonia del poderío español en torno a 1808. Desde entonces, según en qué zona, los destinos de los indios corren dos tipos de suerte distinta: ser sometidos a los más duros trabajos o ser exterminados como en el norte. En el siglo XIX, los habitantes del cono sur americano (Chile y Argentina) se decantan por acabar con los indios como se está haciendo en los Estados Unidos, pero con un objetivo: modernizarlo todo, evitar que el país que surja de esto sea rural, pues quieren ser prósperos como Inglaterra o la naciente Estados Unidos a la que tanto admiran. En el XIX hubo grandes matanzas de indios.
Con respecto a los estadounidenses, queda patente su manera cínica de obrar. Estados Unidos era un conjunto de colonias de Holanda y de Inglaterra que acabaron perteneciendo a la corona inglesa. Al querer independizarse de la corona inglesa, que cobraba impuestos y no aportaba nada a los colonos, estos se revelaron y crearon los Estados Unidos en una Guerra de la Independencia. Para hacerlo necesitaban armas y una justificación de rectitud moral: que todos los hombres son iguales, que no es sensato vivir como se está viviendo en Europa, que no hay derecho a que por cuna haya nobles y reyes. En suma, que todos los hombres son iguales, pero como los seres de raza negra (no se sabe si humanos o no) podían ser esclavos de gente como Washington o Franklin, tal vez eran meros animales y no se les daba el tratamiento de hombres.
También es curioso este otro cinismo anglosajón de los americanos: decir que han salvado al mundo de la maldad alemana, cuando ellos han sido mucho más asesinos. Los judíos caídos en el holocausto nazi eran vidas que tenían un valor, pero los indios asesinados y los negros esclavizados durante siglos parecen merecer menos respeto. Los alemanes llegaron a una situación crítica que fue la que los condujo al nacionalsocialismo, pues son pueblo infinitamente más noble que los norteamericanos. Estos siempre han causado daños contra una humanidad a la que dicen defender, de hecho, puesto que hay una actitud imperial poco escondida detrás de tanto espíritu democrático. Particularmente, los norteamericanos declaran sus guerras tras el hundimiento accidental de alguno en sus barcos en los que iba población civil y que seguramente ellos han amañado.
Pero queda una cuestión más: la del indigenismo. Los indios se han hecho levantiscos, últimamente, como quien se espabila para reclamar aquello que es suyo. Una muestra de su actitud es que mandaron a un Papa una Biblia por correo, pidiendo a cambio la devolución de sus dioses y el oro que les había sido sustraído. Esta razón moral, tras quinientos años de historia, tiene un punto ridículo, comprable a la grotesca actitud de la gente de Ponferrada, reclamando el oro de las Médulas a Berlusconi (cosa que naturalmente no han hecho, pues son personas lógicas). Las Médulas son, no e vano, el desastre ecológico que dejaron los romanos, claro está, después de agotar el oro y esclavizar a una población que vivía en miserables tendejones, pero nadie protesta, pues sería estúpido hacerlo.
El indigenismo no es un movimiento de indios intentando reclamar justicia, sino un invento de los blancos que se fueron a tierra americana y ambicionaron un buró o algo así, para lo cual, muchas veces, hay que justificarse con algo, y justificarse con algo es, en este sentido, tener un público (como ocurre en el cine o en el circo). Porque no son los indios precisamente los que piensan que sus países sean pobres por haber sido sometidos a una terrible explotación y que la causa de esta pobreza se debe a la maldad del hombre blanco (que los sacó de una vida atrasada, muchas veces, para llevarlos a un estadio de civilización más elevado, a no ser en los cursos altos de la zona amazónica y del Orinoco).
Estas ideas no están en la cabeza de los indios, sino que están inculcadas por los blancos, cuando, deseosos de una plaza o de un cargo, promueven su mensaje ante los indios. Y es que no es conveniente convertir esta cuestión en un cuento de buenos y malos. Esos cuentos son maniqueos y convenientes para lectores muy jóvenes e ingenuos que quieren una lectura fácil, lo que siempre rechazará una mente inteligente que tenga una sincera curiosidad en materia histórica. Con esto no pretendemos ofender a nadie: ni a los españoles ni a los portugueses, pero tampoco a los anglosajones (sean ingleses o americanos), ni siquiera a los indios, que han sido víctima de tan duro trato y que están siendo engañados y manipulados por los intereses políticos de algunos. Y parece la cosa más apropiada finalizar estas líneas admitiendo lo triste de estos sucesos.

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

No hay comentarios:

Publicar un comentario