José
Ramón Muñiz
LOS
LOBOS, LAS NEVADAS Y LAS
SIERRAS
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El hielo y el granizo son frecuentes
en zonas elevadas, cordilleras y montes que acarician cada nube. El
viento corre allí con la dureza del filo de la espada siempre fría
que corta la cabeza al enemigo. La helada teje pronto, en cada prado,
sus sábanas, amigas de la noche, tan blancas como el hielo de la
nieve. Son estos los paisajes desolados que saben a tristeza
melancólica y a tiempos olvidados por los viejos.
La escarcha se hace bella donde el
prado se cubre con la gala de sus besos y llora la certeza del enero.
De pronto, este lugar lleno de vida se torna en un desierto sin
alientos, como la superficie de la luna. No hay cráteres en Gredos,
mas las rocas parecen, a la luz de ese satélite, vestirse de
reflejos azulados. Por eso el Almanzor, desde la altura, contempla
con amor las poblaciones que temen a los lobos en invierno.
Los lobos descendieron de la sierra,
llegadas las nevadas del enero que vieron el reflejo de la luna. Los
bosques de pinar y los helechos, los árboles caedizos y las rocas
oyeron los aullidos quejumbrosos. Son siempre lastimeros los aullidos
del lobo que reclama, en plena noche, su imperio, su lugar, su
territorio. Las gentes de los campos de la zona lo escuchan con
temor, casi con odio, tras noches de granizos y de helada.
También el jabalí de la comarca se
cuela en la espesura, se divierte jugando al escondite con el hombre.
Son muchos los que quieren darle muerte, teniendo la escopeta siempre
lista, para exhibir sus dientes por trofeo. Mas no es el jabalí el
que enciende el odio de gentes ganaderas que no quieren al lobo en
las comarcas donde viven. Son estos sus palacios, sin embargo, pues
es el morador de estos lugares inhóspitos y bellos, pintorescos.
La voz de la invernada es la que
arroja de su lugar al lobo, que decide dejar la sierra donde tiene su
guarida. Y busca donde hallar el alimento por villas habitadas, donde
el hombre se siente, en todo caso, soberano.
–Es ese un animal malo y dañino–,
nos dicen, a propósito del lobo, los buenos campesinos y pastores.
No es fácil comprender que el lobo es bello, que bella es su mirada
amenazante cuando la noche asoma al cielo oscuro.
2014 ©
José Ramón Muñiz Álvarez
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