lunes, 12 de mayo de 2014

Caza


José Ramón Muñiz Álvarez
LA TIERRA PERTENECE A LOS QUE MONTAN
LAS YEGUAS BLANQUECINAS
Y SE APURAN”
(Imagen de las gentes que jugaban
a ser los cazadores
de otro tiempo,
cuando las tierras
eran de los
nobles)

http://jrma1987.blogspot.com

La tierra pertenece a los que montan las yeguas blanquecinas y se apuran, queriendo darle muerte al joven corzo que huyó, asustado, donde los estanques reflejan el color del ancho cielo. Y es siempre como un eco de alegría mirar esa carrera que, alocada, parece que se arroja en un torrente de príncipes que corren, afanándose, por entre las veredas y las frondas. Pues hay en esas frondas un misterio que saben bien las brumas que levantan las horas más tempranas, cuando nace la llama de un sol débil, casi tímido, que escucha la alharaca y vocerío. Pues tanta agitación casi interrumpe la mística que, a veces, se respira, con despertar la luz, entre los árboles, si tiene cada roble en sus adentros espíritu y lenguaje para todos. Acaso la lechuza bien conoce los raros entresijos que no dijo la voz del bosque triste al viejo duque, que es dueño de las tierras donde el zorro parece guarecerse de la muerte.
Entonces puede verse al ave regia, que llora al levantar las alas firmes para emprender el vuelo a otros lugares mejores, porque el ánade precisa de un clima más benigno y más amable. Acaso las bandadas de azulones se pierden a lo lejos, se sospechan y dejan de admirarse, porque siempre acaban por perderse en esos mantos que llena la neblina de mañana. Y disparar a un ave no es lo lógico, si busca la nobleza entretenerse con presas sustanciosas cuya carne les brinde los placeres más golosos a quienes quieren cuernas por trofeo. Al cabo, es poca cosa una avecilla que busca primaveras en regiones lejanas que figuran en los mapas que tiene el viejo cura de la aldea guardados en desvanes silenciosos. Es el paisaje triste que la aurora saluda con sus brillos de alborada, mostrándose desnuda, dibujando su frente de destellos ante próceres que no podrán robar sus oros claros.
Pero el paisaje dicta la sentencia, sus cambios nos avisan del destino, nos hablan de la escarcha y de las nieves que no pueden tardar, que ya en las cumbres indican un destino inevitable…

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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