José
Ramón Muñiz Álvarez
“LA
TIERRA PERTENECE A LOS QUE MONTAN
LAS
YEGUAS BLANQUECINAS
Y
SE APURAN”
(Imagen
de las gentes que jugaban
a
ser los cazadores
de
otro tiempo,
cuando
las tierras
eran
de los
nobles)
http://jrma1987.blogspot.com
La
tierra pertenece a los que montan las yeguas blanquecinas y se
apuran, queriendo darle muerte al joven corzo que huyó, asustado,
donde los estanques reflejan el color del ancho cielo. Y es siempre
como un eco de alegría mirar esa carrera que, alocada, parece que se
arroja en un torrente de príncipes que corren, afanándose, por
entre las veredas y las frondas. Pues hay en esas frondas un misterio
que saben bien las brumas que levantan las horas más tempranas,
cuando nace la llama de un sol débil, casi tímido, que escucha la
alharaca y vocerío. Pues tanta agitación casi interrumpe la mística
que, a veces, se respira, con despertar la luz, entre los árboles,
si tiene cada roble en sus adentros espíritu y lenguaje para todos.
Acaso la lechuza bien conoce los raros entresijos que no dijo la voz
del bosque triste al viejo duque, que es dueño de las tierras donde
el zorro parece guarecerse de la muerte.
Entonces
puede verse al ave regia, que llora al levantar las alas firmes para
emprender el vuelo a otros lugares mejores, porque el ánade precisa
de un clima más benigno y más amable. Acaso las bandadas de
azulones se pierden a lo lejos, se sospechan y dejan de admirarse,
porque siempre acaban por perderse en esos mantos que llena la
neblina de mañana. Y disparar a un ave no es lo lógico, si busca la
nobleza entretenerse con presas sustanciosas cuya carne les brinde
los placeres más golosos a quienes quieren cuernas por trofeo. Al
cabo, es poca cosa una avecilla que busca primaveras en regiones
lejanas que figuran en los mapas que tiene el viejo cura de la aldea
guardados en desvanes silenciosos. Es el paisaje triste que la aurora
saluda con sus brillos de alborada, mostrándose desnuda, dibujando
su frente de destellos ante próceres que no podrán robar sus oros
claros.
Pero
el paisaje dicta la sentencia, sus cambios nos avisan del destino,
nos hablan de la escarcha y de las nieves que no pueden tardar, que
ya en las cumbres indican un destino inevitable…
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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