martes, 6 de mayo de 2014

Los árboles desnudos del invierno



José Ramón Muñiz
LOS ÁRBOLES DESNUDOS DEL
INVIERNO

http://jrma1987.blogspot.com

Los árboles desnudos del invierno se visten con las hiedras silenciosas que escuchan los rumores del riachuelo. Sus troncos, aunque pardos, reverdecen, heridos por el musgo que se extiende también sobre las piedras y las rocas. Y no faltan los líquenes, que manchan, como una herida sucia, las cortezas, la piedra en las laderas del arroyo. El barro del camino, las malezas, las hojas desprendidas del otoño, recubren cada hierba, donde crece.
Pero el pinar envuelve la belleza, dejando que los verdes no se extingan, que huela a vida joven todo el valle. Y el agua rumorosa que desciende, siguiendo el cauce alegre a su destino, recuerda un canto mágico y risueño. ¿Será su voz la voz de los senderos que cuentan los rumores de la sierra donde los bosques oyen su sonido? Después de todo, un halo de animismo recorre estos lugares donde el aire disfruta acariciando cada brizna.
Perderse es un antojo placentero, si quiere caminar el alma pura por este reino lleno de belleza. Los bosques, su verdor y su hermosura, su gracia y bucolismo son espíritu que llama a la verdad en este marco. Acaso la esperanza del ingenuo despierta al contemplar estos paseos que llevan a las viejas carreteras. Son estas las que ascienden a los montes, buscando, al avanzar, los altos puertos que miran desde abajo cada cima.
¡Quién dijo que no es bello ver las copas pobladas por las aves que no escapan de los otoños tristes y las lluvias! ¡Quién dijo que no es bello imaginarse los pájaros ausentes, las ardillas que no sorprende el ojo si las busca! ¡Quién dijo que no es bello suponerse tal vez un ser unido a estos entornos, fundiéndose con la naturaleza! Pues esta es la verdad que dicta el aire, que dice al que camina, al que respira las brisas del lugar nunca visibles.
Los árboles desnudos y sus troncos, los pardos y los musgos, los riachuelos, los barros del camino son paisaje. Y arropan el paisaje viejos líquenes, el verde de las ramas de los pinos que esconden los helechos y sus llamas. ¡Qué bellas estas zonas de humedades que duermen en silencio bajo el beso de lluvias que no cesan en otoño! ¡Qué bellas estas zonas que despiertan al sueño de otro invierno perezoso, mezclándose al cansancio de los bosques!

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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