José
Ramón Muñiz Álvarez
“POR
LOS CAMPOS VA AL DESTIERRO,
POR
LOS CAMPOS Y LAS
SIERRAS”
(Romance
del hombre que huyó de
la
corte, temeroso de
los
desdenes
de
la amada y fue acogido por
cabreros)
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Por
el amor va al destierro,
por
los campos y las sierras,
quien,
por desdenes colmado,
deja
su sangre en la tierra.
La
sangre, por ser la vida,
los
llantos, por ser tristeza
que
en el espíritu nace,
si
el amor se desespera.
Triste
va por los caminos
quien
de amores se querella
por
una doncella hermosa,
la
que enciende mayor pena.
Y,
pues es bella la dama,
se
queja la corte entera,
porque
matan esos ojos
que
lo son de la belleza.
Dijo
el desafortunado:
“Quiero,
al fin, en la floresta,
cantar
el dolor de siempre
y
los males que me aquejan.
Porque
quise, como amante,
gozar
de su buena estrella,
y
ella, con ese rechazo,
me
conduce a esta condena.
Que,
a esta condena arrojado,
vengo
aquí a cantar con pena
los
dolores de la entraña
que
las pasiones engendran.
Pues
torcidas voluntades
deben
ser las que la sueñan,
que,
a fuerza de ser hermosa,
toda
razón se despeña.”
Dijo
el desafortunado:
“Poco
importa que me hiera
ese
orgullo femenino
que
su pecho cruel encierra.
Que
siento en el pecho el daño,
y,
pues es normal que duela,
he
de seguir el camino
de
quien el amor ahuyenta.
Y
por eso han de ayudarme
en
esta alocada empresa
los
cabreros de la zona,
gentes
nobles y discretas.
Pero
también son amigos,
ya
que he sufrido esta afrenta,
los
arroyos más humildes
y
los bosques y las hiedras.”
Dijo
el desafortunado:
“Y
si es preciso que muera
la
esperanza, he de matarla,
aunque
la lucha es tan fiera.
Que
no podrán los lamentos
darme
descanso ni tregua
en
lo que ya viene siendo
contra
el amor dura guerra.
Y,
si de ella soy proscrito
(porque
soy proscrito de ella),
es
preciso que asesine
cuanto
en mí a la dama quiera.
Que
es noble ser hombre digno,
ya
que, por una doncella,
no
es menester derrumbarse,
si
se es hombre de nobleza”.
Aquellos
razonamientos
se
oyeron por las veredas,
que
los pastores lo oyeron,
gentes
honradas y buenas.
Dicen
que lo cobijaron,
dicen
que les dio tal pena
que
compartieron cabreros
con
el muchacho las quejas.
Unos
por una pastora,
otros
por otra mozuela,
y
él por la dulce muchacha,
de
la corte la más bella.
Y
por los montes y valles
dicen
que el eco resuena,
si
lo cantan ruiseñores
en
la callada arboleda.
2014
© José Ramón Muñiz Álvarez
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