lunes, 19 de mayo de 2014

Romance


José Ramón Muñiz Álvarez
HALLAR PUDO EN EL HAYEDO CON
LA LUZ DE LA ALBORADA”
(Nueva canción épico-lírica de asunto amoroso
a modo de cosaute donde se ofrece
una rara representación
de los momentos
de abatimiento
de un caballero hidalgo y noble
vencido por la magia del
amor)

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          Hallar pudo en el hayedo,
con la luz de la alborada,
sin aliento, la tristeza
que le roba la esperanza.
          Hallar pudo en el hayedo,
tras correr la brisa fría,
sin aliento, la tristeza
que su dolor encendía.
          Hallar pudo en el hayedo,
al correr el aire helado,
sin aliento, la tristeza
y el dolor enamorado.
          Hallar pudo en el hayedo,
al correr el viento herido,
sin aliento, la tristeza
que le arranca todo brío.
          Y al mirar los resplandores
de la luz de la mañana,
la muerte sospechó en ellos
y en los colores del alba.
          Y al mirar las claridades
del alba recién nacida,
la muerte sospechó en ellos
y en los colores del día.
          Y al ver nacer ese cielo
con los colores más claros,
la muerte en ellos supuso
y en los destellos tempranos.
          Y al mirar los resplandores
en las alturas sus brillos,
la muerte en ellos supieron
y en su extraño señorío.
          Que, por aquella arboleda,
vuelan luces hechizadas,
entre la niebla que viene
arrancando las escarchas.
          Que, por aquella arboleda,
arde densa la neblina
entre las luces primeras
de la aurora repentina.
          Que, por aquella arboleda,
con apuro el aire helado,
entre las luces primeras
el hielo quiebra en el prado.
          Que, por aquella arboleda,
luce el oro de su hechizo,
esa neblina que viene
para romper el granizo.
          Y pudo ver, entre robles,
por la senda iluminada,
la esperanza, cuando torna
para morir en la nada
          Y pudo ver, entre robles,
al pasar, la fresca orilla,
la corriente del arroyo,
la que en el alma se agita.
          Y pudo ver, entre robles,
los colores derramados,
donde los suspiros saben
de los pechos derrotados.
          Y pudo ver, entre robles,
los colores del camino,
donde la esperanza llora
con el ánimo vencido.
          Y seguir quiso el sendero
junto a la orilla callada,
con el pecho dolorido,
falto siempre de esperanza.
          Y seguir quiso el sendero,
cuando ya la luz del día
dominando el horizonte
por la altura se esparcía.
          Y seguir quiso el sendero
junto a la orilla del río,
falto siempre de esperanza,
con el pecho dolorido.
          Y seguir quiso el sendero
donde se oyen los remansos
del arroyo mientras llora
con el pecho fatigado.

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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