Desierto de coral, roca olvidada,
bello arrecife, losa del olvido,
te hallé por fin nadando, y, atrevido,
entré en tu reino de agua cautivada.
También miré curioso la morada
donde escondiste el oro sumergido,
el brillo de tus ojos repartido
en un color inmenso: agua salada.
Las épocas de la piratería
callaron para siempre, pero el oro,
el oro espera en mares sepultado.
No pude contenerme, y la osadía
fue entrar allí, buscar aquel tesoro:
el oro de aquel beso enamorado.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
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