miércoles, 6 de agosto de 2014

Quien ama los caminos apartados




José Ramón Muñiz Álvarez
“Quien ama los caminos apartados” O “la muerte del invierno que se
acerca

Quien ama los caminos apartados y quiere disfrutarlos, con el alba, saliendo de su casa por la noche (pues ver amanecer es un deleite que poca gente aprecia, pero es bello, si bien la hora temprana, con su apuro, nos hace madrugar más de la cuenta), no deja de añorar los eucaliptos, los altos eucaliptos de la zona, los árboles que esperan, en otoño, las lluvias y granizos, las heladas que, tras morir octubre, repentino como el verano claro que se extingue donde septiembre muere, entre silencios, habrán de humedecer los castañares que esperan ya la muerte del invierno.


La muerte del invierno que se acerca, que gime y que amenaza, con sus gritos, mostrando, con acentos fanfarrones, su fuerza en las primeras tempestades que sentirán los mares, las espumas que saltan al cantil, con energía, queriendo, con sus golpes, esa calma del veranillo breve en los viñedos es algo inexorable, inevitable como la muerte misma en nuestro pecho. Y no es esta la zona de las vides que dan los vinos, llenos de misterios, a jóvenes que gustan de las uvas que llevan a sus sesos las sustancias que habrán de propiciar esas locuras que quieren, en las juergas más infames.
Pues este es el lugar de los maizales que saben de los llantos del otoño que grita en el “llagar” la exuberancia de la naturaleza, siempre digna, que empieza a declinar, como el anciano que goza la abundancia de la copia que pudo recaudar con la paciencia que tiene el pescador, cuyos sedales llenaron una barca en esos días tranquilos como el agua en la laguna. Que aquí se bebe el vino de otra tierra, la sidra del lugar, que da el manzano rojizo, porque vencen esos meses la lucha con las llamas de un verano marchito ya, contento en la derrota
¿No tuvo brisas cálidas y playas en las que refrescar esos rigores, dejando que el salitre de las olas besara a los bañistas en orillas que saben los horrores del invierno, si quieren los inviernos, que no siempre, los golpes, los azotes de las olas, los gritos aterrados de ese viento que agita cada rama de esos bosques en los que caen las lluvias repentinas?

2014 © José Ramón Muñiz Álvarez

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