Traviesos como efímeros
gorriones
bañados de azabache con el día,
jamás pudieron ser la noche fría
tus ojos, con sus mágicos blasones.
No fueron orgullosos los
bastiones
que en tu mirar no encienden la osadía,
pues es su luz oscura la alegría
que rinde al corazón con sus arpones.
Escualo del amor en una
fuente
que sacia el labio herido del sediento,
es clara, sin embargo, tu alta frente.
La noche reinará en el
firmamento
de tu mirar feliz, tal vez ausente,
callado algunas veces, hoy contento.
2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
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