TRANSPARENCIA
El alba silenciosa se despierta
y deja respirar, en su susurro,
la brisa que recorre cada playa.
El cielo es un pincel que, ceniciento,
dibuja con temor la luz herida
que quieren, sobre el lienzo, las auroras.
Las rocas del cantil esperan tristes
el eco de las sombras de la noche,
que corren, en su escape, a lo lejano.
Las aguas cristalinas no sospechan
que el brillo que sacude el horizonte
será un puñal que busque lo profundo.
Las algas, como el ocle, saben poco
del gusto del salitre, cuando el aire
despierta en el aliento más temprano.
Y tú, que te sumerges en las sábanas,
pareces entregarte a los placeres
de quienes se adentraron en las simas.
La luz del sol dibuja otros matices
allí donde las viejas caracolas
aguardan bajamares que no llegan.
Los blancos de la espuma de las olas
de dicen en tu piel y la acarician,
en una sacudida de frescura.
Y el cuerpo está desnudo, totalmente
desnudo en esos reinos de rumores
que corren, como siempre, a la deriva.
Quizás tu piel se torna, para siempre,
en una comunión con ese cosmos
que habita donde el líquido elemento.
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