José Ramón
Muñiz Álvarez
“Y ADVERTIMOS LOS VERDES ARBUSTOS” O “LOS
HELECHOS QUE DUERMEN
CALLADOS”
“Y ADVERTIMOS LOS VERDES ARBUSTOS” O “LOS
HELECHOS QUE DUERMEN
CALLADOS”
Y advertimos los verdes arbustos,
los helechos que duermen callados bajo densos castaños heridos por la voz del
otoño que llega. Y la escarcha que trajo la helada, sus cristales, que cubren
los charcos, que dibujan sus raros reflejos bajo el brillo febril de la luna. Y
los níscalos, cuyos colores encendieron un fuego rojizo que, cubierto en las
densas malezas, contemplaba, callado, las horas. A lo lejos, pudieron las
nieves distinguir su blancura y el halo de su magia y su blanca pureza en las
cumbres más altas y firmes.
Y, en las cumbres más altas y
firmes, la pureza de aquella blancura nos habló con mayor osadía que los
vientos que vienen airados. Porque quiso la nieve decirnos que el invierno se
estaba acercando, y el final de la vida llegaba con los golpes del duro
granizo. ¿Y, qué importa el granizo y los golpes que se sienten en estos
cristales, si ya es hielo la misma ventana, congelada, al rozarla su aliento? Y
la muerte que viene es amiga, si nos libra de tantos achaques como dicen que
tienen los años, tras correr por las cuestas del tiempo.
Yo os diré que la muerte es amiga,
pues nos libra del tiempo restante que no deben vivir los que viven, si no saben
morir a su tiempo. El otoño se acerca valiente,… y no es bueno quejarse de todo
lo que traen los otoños benditos, porque vienen cargados de frutos. Y mis
frutos son bosques callados cuando el alba desborda sus luces y penetra por las
hojarascas malheridas por ocres y pardos. Y esos ocres y pardos son canas que
dan fe de la sabiduría que uno toma en el mundo en que estamos, si es que vive
viviendo en la senda.
Y la senda discurre serena,
silenciosa en su suave camino, relajada como el arroyuelo que escuchó más atrás
los torrentes. Escribir es volver a las cumbres que me vieron mirar desde
arriba los lugares que los campesinos trabajaban con tanta paciencia. Mas
también soy labriego, y los surcos que ha dejado mi mucho trabajo son los
versos que escribo con gana. Estos versos que escriben las gentes que no saben
que en este sendero nunca falta la muerte, la muerte que nos hiere con su
incertidumbre.
201o © José Ramón Muñiz Álvarez
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