martes, 5 de agosto de 2014

Y advertimos los verdes arbustos



José Ramón Muñiz Álvarez 
“Y ADVERTIMOS LOS VERDES ARBUSTOS” O “LOS
HELECHOS QUE DUERMEN
CALLADOS”



             Y advertimos los verdes arbustos, los helechos que duermen callados bajo densos castaños heridos por la voz del otoño que llega. Y la escarcha que trajo la helada, sus cristales, que cubren los charcos, que dibujan sus raros reflejos bajo el brillo febril de la luna. Y los níscalos, cuyos colores encendieron un fuego rojizo que, cubierto en las densas malezas, contemplaba, callado, las horas. A lo lejos, pudieron las nieves distinguir su blancura y el halo de su magia y su blanca pureza en las cumbres más altas y firmes.

            Y, en las cumbres más altas y firmes, la pureza de aquella blancura nos habló con mayor osadía que los vientos que vienen airados. Porque quiso la nieve decirnos que el invierno se estaba acercando, y el final de la vida llegaba con los golpes del duro granizo. ¿Y, qué importa el granizo y los golpes que se sienten en estos cristales, si ya es hielo la misma ventana, congelada, al rozarla su aliento? Y la muerte que viene es amiga, si nos libra de tantos achaques como dicen que tienen los años, tras correr por las cuestas del tiempo.

            Yo os diré que la muerte es amiga, pues nos libra del tiempo restante que no deben vivir los que viven, si no saben morir a su tiempo. El otoño se acerca valiente,… y no es bueno quejarse de todo lo que traen los otoños benditos, porque vienen cargados de frutos. Y mis frutos son bosques callados cuando el alba desborda sus luces y penetra por las hojarascas malheridas por ocres y pardos. Y esos ocres y pardos son canas que dan fe de la sabiduría que uno toma en el mundo en que estamos, si es que vive viviendo en la senda.

            Y la senda discurre serena, silenciosa en su suave camino, relajada como el arroyuelo que escuchó más atrás los torrentes. Escribir es volver a las cumbres que me vieron mirar desde arriba los lugares que los campesinos trabajaban con tanta paciencia. Mas también soy labriego, y los surcos que ha dejado mi mucho trabajo son los versos que escribo con gana. Estos versos que escriben las gentes que no saben que en este sendero nunca falta la muerte, la muerte que nos hiere con su incertidumbre.



201o © José Ramón Muñiz Álvarez

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