sábado, 7 de febrero de 2015

Las campanas de la muerte


Para María Dolores Menéndez López

Las campanas de la muerte.

       Dejad que, suave y sereno,
Roce su mejilla hermosa
El aire que la desposa
Besando su rostro bueno,
Aunque la llene el veneno
Que le ha arrancado la vida,
Que la lanzó a esta partida
La edad, su sueño pesado,
El tiempo que, fatigado,
Abrazó la despedida.
       Dejad que, bello y tranquilo,
Duerma su semblante hermoso,
Que disfrute del reposo
Que, silencioso, vigilo,
Porque se va con sigilo
Aunque quiera retenerla,
Que no puede detenerla
La luz que, tras los cordales,
Ve las galas matinales
Que pudieron defenderla.
       Dejad que, afligido el pecho,
Descanse el aliento herido
Del dolor que ha consumido
Su impotencia y su despecho,
Porque, la sombra al acecho,
No cabe esperar que acierte
Los designios de la suerte
El silencio que bosteza,
Si marchitan la belleza
Las campanas de la muerte.
       Dejad que, blanca y callada,
Alcance la aurora bella
La altura de aquella estrella
Que admira la madrugada,
Que ya la noche cansada
Ve el despertar de los cielos
Pues nieve derrite y hielos,
El granizo blanquecino,
Bullicioso en el camino
Que alborotan los riachuelos.
       Dejad que, tierna y ligera,
Tome su mano la brisa,
Y, en el aire, su sonrisa
Vuele libre donde quiera,
Que otro palacio la espera
Después de ese largo viaje
Que hoy emprende en un carruaje
Digno de llevarla encima,
A otro lugar, otra cima,
Otro reino, otro paisaje.

2005 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Los arqueros del alba”

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