Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXXI
Un brillo de emoción y de ternura
Enciende la memoria en las entrañas,
El mar donde, serena, al fin te bañas,
Si no es el arroyuelo que murmura.
El cielo azul se llena de dulzura,
Naciendo el sol detrás de las montañas,
Y, viva siempre en él, rosas extrañas
Recoges sobre el viento que se apura.
Si un guiño a tus sonrisas
celestiales
Es poco para hablar de tu belleza,
Mis lágrimas serán raros cristales.
Tu voz en mis adentros aún bosteza
Con el amanecer cuyos puñales
Rindieron hoy tu frágil fortaleza.
“Los arqueros del alba”
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