Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXXIII
La vida se encendía en tus luceros,
Antorchas de cristal, cuya mirada
Los vio nacer, corriente alborotada,
De espumas, de corales y veleros.
La densa oscuridad de los senderos
Sus pórticos abrió con la alborada,
Dejando que cruzasen su morada,
Alegres, relucientes, los overos.
Tus ojos, cuyo brillo luminoso
Lució la magia bella de su embrujo,
Hablaron con su fuego más hermoso.
Y un rápido reflejo se produjo
En tu mirar callado, silencioso,
Tan bello como el oro en su dibujo.
“Los arqueros del alba”
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