Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXXIV
Las luces de un suspiro repentino
Borraron su sonrisa y su fatiga,
La cálida expresión que se prodiga
En un recuerdo dulce y cristalino.
Dejó de ser camino aquel camino
De acuerdo con la ley que nos obliga,
Y aquella voz que amaba por amiga
Mezclóse a los inciensos del destino.
Volando, alma de mar, a la
deriva,
Su espíritu partió a un lugar tranquilo,
Quién sabe a qué región abandonada.
Partió la noche, lánguida y esquiva,
Cruzando los pasillos del sigilo
Que halló la luz mostrando la alborada.
“Los arqueros del alba”
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