sábado, 7 de febrero de 2015

Soneto


Soneto XVII

       No pudo con la luz siempre lozana
La muerte, al arrancarle, con despecho,
El tiempo de la vida, sin derecho,
Más claro que la claridad temprana.
       La tarde se besó con la mañana
Y en muerte se tradujo sobre el pecho
La sombra silenciosa que, al acecho,
Tan fatua pareció primero y vana.
       Dejó, como si fuera una sortija
Cuajada de luz bella y señorío,
La joya de su amor y su ternura.
       Cariño hizo su ser extenso río
Que, al dar al mar su llanto, aunque lo aflija,
La ausencia de su voz y su dulzura.

2008 © José Ramón Muñiz Álvarez

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