Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXXVII
Las horas desnudó con su reflejo,
Las sombras, las cenizas en la altura,
Abriendo las cortinas, sombra oscura,
El brillo de un relámpago bermejo.
Las puertas derribó, mostró el espejo
Luciente que, bordado de hermosura,
Las brumas arrancó de la espesura,
Dejando que corriera el oro viejo.
Rompió la aurora y descubrió la helada
Con una antorcha ardiente, aquella flecha
Que ardió dando más luz a la alborada.
Y el sueño derramó la senda estrecha
Que, abierta al oro, dio la puñalada,
Callando de la muerte la sospecha.
“Los arqueros del alba”
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