Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXI
Rindió el bastión sus torres y su
muro,
Sus piedras y su fuerza, y, generoso,
El cielo se hizo claro y espacioso,
Soltando sus corceles sin apuro.
La sombra desmintió su velo oscuro
Dejando que bullera, luminoso,
Un sol febril, acaso temeroso
Del hielo de la noche, el aire puro.
El mar halló el pincel que, con el
día,
Manchaba con sus fuegos el paisaje,
Llenándolos de luz y de belleza.
Cansada de esperar, tu voz dormía,
El alma presta, lista para el viaje,
Helado el pecho, viva la tristeza
“Los arqueros del alba”
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