Para María Dolores Menéndez López
Soneto XLII
Descansa en ese sueño silencioso
Su espíritu, su voz y su alegría,
Cubierta por la nieve, siempre fría,
En la región del viento quejumbroso.
No mostrará su rostro luminoso,
Esclava de la noche, aunque podría,
En el desierto gris, la luz del día,
Por no turbar su sueño, su reposo.
Podrán regar las flores encendidas
Las lágrimas que brotan de mi pena,
Besando el blanco mármol de los sueños.
Descansan hoy sus horas encendidas,
A veces lirio, a veces azucena,
Oyendo allá mis versos halagüeños.
“Los arqueros del alba”
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