Para María Dolores Menéndez López
Soneto XLV
Luchando contra el viento y el
granizo,
Relámpago de luz a la alborada,
Brotaba en el jardín de tu mirada,
Risueño, como siempre, aquel hechizo.
La luz de aquel crepúsculo rojizo
Ardió sobre los campos y, callada,
La noche llegó, triste y apagada,
Y el blanco de los cielos se deshizo.
Después de derrotar la lluvia fría,
Abriendo las cortinas la andadura,
Tu risa se hizo brillo de alegría.
Y un ángel coronó con su hermosura
La llama juvenil que se encendía,
Bebiendo la emoción de tu ternura.
2005 ©
José Ramón Muñiz Álvarez
“Los arqueros del alba”
Fue el suyo el corazón más generoso
Que nadie conoció sobre la tierra,
Y más dulce fue el pecho que lo cierra
En una urna de amor vuelta en reposo.
No dejará jamás de ser hermoso,
Más blanco que la nieve de la sierra,
Este recuerdo grato que destierra
La muerte hacia su imperio silencioso.
Mas no podrá arrancar tanto cariño,
Ni tanto amor ni fe, con insolencia,
La ronda de la noche silenciosa.
No robará el recuerdo de aquel niño
Que ayer la vio y, llegada ya su ausencia,
Su voz recuerda dulce y temblorosa.
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