Para María Dolores Menéndez López
Soneto XXVII
Halló de madrugada aquel aliento
Al deshojar las flores de la vida,
El aire malherido que, dormida,
Borró en tu rostro todo el sufrimiento.
Un cielo azul, un nuevo firmamento
Dejó volar tus alas, y, perdida,
El cielo se hizo grande, pues, vencida,
Tu voz esparció en él la luz del viento.
La luz del sol rayó la lejanía,
Gorrión dorado, rápido estandarte
Que bellos horizontes encendía.
Fue cruel la madrugada con besarte
Cuando el azul del cielo descubría
Un sol que iluminaba cada parte.
“Los arqueros del alba”
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