Soneto IX
La tarde derrotó tu fortaleza
Y muerte dio a tus torres y castillos
Después de que la sombra los anillos
Del sol febril tomó con aspereza.
Su espada, helada y triste, con dureza
Tu pecho atravesó y, donde, sencillos,
Volaban dos alegres herrerillos
También tu alma voló, rica en belleza.
Llamaron las campanas en la altura,
Y alzaron con su largo recorrido
La seca, amarga y triste singladura.
Mil lágrimas oyeron su sonido,
Mil lágrimas la paz de tu figura,
Mil lágrimas tu amor desde el olvido.
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