sábado, 7 de febrero de 2015

Soneto




Soneto XXIII

       Rozar no pudo el hielo limpio y duro
De aquella madrugada con empeño
La aurora que, llenándonos de ensueño,
Corrió feliz y rápida en su apuro.
       Rozar no pudo el cielo el aire puro
Al verla despertar a un nuevo sueño
Ni darle su mansión, de la que dueño
Dejó un corcel hermoso pero oscuro.
      Al viento irá su voz, irá su aliento,
Cruzando, con la tarde los espacios
Que duermen ya la calma de su suerte.
       Será ilusión su voz en un momento
Y luego será sueño en los palacios
Del aire de la nada y de la muerte.

2008 © José Ramón Muñiz Álvarez

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