Soneto XXV
Rindióse el sol y, muerto en su
torrente,
Dejó volar su luz, que, ya sombría,
Las brasas entregó a la noche fría
Para ocultar después su bella frente.
Desfalleció y rindió el bastión
valiente
La vida que en sus ojos se encendía,
Sabiendo que moría con el día
La fuerza de su espíritu doliente.
Murió la brisa suave y la mañana
Vistió el color callado del olvido,
Tras el coral febril que se hizo oscuro.
Mas ya faltaba el brillo que, lozana,
En su mirar buscó, si ya vencido,
El aire que al rozarla fue más puro.
2008 ©
José Ramón Muñiz Álvarez
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