Para María Dolores Menéndez López
Soneto XLIV
No fue justa la vida con el brillo
Luciente de sus ojos y su risa,
Su voz, llevada al aire por la brisa,
Su frente, verso bello, alto castillo.
El suyo era el semblante más sencillo,
Humilde como el alba que, imprecisa,
Alumbra, estrella triste, en la cornisa
Donde, al ocaso, el vuelo alzó el autillo.
Las lluvias son torrentes sobre el
prado
Y, lento, se oye un eco silencioso:
La noche del Erebo se ha cerrado.
No fue justa la vida con su hermoso
Semblante, ayer alegre y animado,
Al regalar sus horas al reposo.
“Los arqueros del alba”
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