El viento que recorre el mundo entero,
las cumbres vio entre hielos poderosos,
que el beso de la nieve hizo gozosos
sus llantos a la puerta del cabrero.
La helada que la noche hizo lucero,
refleja, en sus cristales temblorosos,
del alba los colores silenciosos
que luce con su rayo pendenciero.
Nació la luz y trajo el desengaño
que forma dio y color al nuevo día,
dejando que se viera su desierto.
Y oyó al nacer acaso el eco extraño
que sabe bien que muere un todavía,
si, siendo ya pasado, vive incierto.
2013 ©
José Ramón Muñiz Álvarez
“Las mansiones del silencio”
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