viernes, 6 de febrero de 2015

Soneto


Soneto X

       Su amor dejó la luz sobre los puertos,
sabiendo ya cercana la alborada,
y bella la miró, si, alborotada,
la pudo ver con brillos más despiertos.
      Los oros de la aurora, acaso muertos,
la arena rozó al fin en la ensenada
cobrando vida, donde, desatada,
la espuma murmuraba sus conciertos.
      Quebrar pudo las grandes fortalezas
rozando, con su aliento peregrino,
los bosques y los campos, las malezas.
      Acaso fue el capricho del destino,
si lejos de limar sus asperezas,
su aliento quiso libre en el camino.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las mansiones del silencio”

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