viernes, 6 de febrero de 2015

Las lluvias



Las lluvias del invierno regresaron

       Las lluvias del invierno regresaron
a aquel paraje gris en el olvido:
el verde malherido del helecho
cedió al rojizo triste de la muerte,
y el pardo del hayedo silencioso
forjó su reino mágico y callado.
      Las hojas descendieron, derrotadas,
tras un golpe de viento que, valiente,
rasgó las hojarascas de los bosques,
las sierras olvidadas y las cumbres.
Las lluvias del invierno regresaron
a aquel paraje gris en el olvido:
      las nieves de las cimas, los granizos,
supieron de la fuga a otras regiones,
al ver que, en las alturas, los gorriones,
las ánades, las ocas, las serretas
buscaban un refugio más seguro,
rincones apartados y apacibles,
que libres de las lluvias y ventiscas,
vivieran ignorantes de la helada.
      Las lluvias del invierno regresaron
a aquel paraje gris en el olvido:
rozó el aliento helado de las brisas
aquel cristal, aquellos ventanales
que hirieron, despertando de su sueño,
las lágrimas calladas del espíritu
que vuela más allá de la arboleda,
que grita la venida del invierno
que nunca perdonó la exuberancia
que tuvo entre sus manos el verano.
      Las lluvias del invierno regresaron
a aquel paraje gris en el olvido:
qué duras soledades en el alma
sospechan las poesías que se esconden
en cofres de dolor y de amargura
que dictan sus palabras arbitrarias
al genio de los viejos escritores
que saben describir sus impaciencias,
su calma, su fatal melancolía,
bañada de abandono y mezquindades.


2013 © José Ramón Muñiz Álvarez
“Las mansiones del silencio”

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