Soneto II
El puerto abandonó y un sol ligero
Lo vuelve a recordar, que,
en su mirada,
Alumbra el mar, la magia
ensortijada
Del ponto que esculpió su
mar sincero.
Dejó esta costa ya, viajó al lucero
Que, coralina, vierte la
alborada,
Y en púrpura la enseña
disfrazada
Nos muestra, al despertar
al mundo entero.
Será, entre algas y conchas, sin apuro,
Más larga que otras esta
singladura
Buscando el fondo, siempre
más oscuro.
No lo verá la aurora, cuando, pura,
Sospechará su nombre, allí
más puro,
Haciendo de su sueño una
armadura.
2008 © José Ramón Muñiz Álvarez: los lanceros del ocaso”
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