Soneto V
La espuma alegre revolvió en los mares
Aquel viento dichoso que
bullía,
Mirando a un cielo azul
donde solía
El sol vestir de ocaso sus
altares.
Las olas, con graciosos malabares,
Las olas agitaron cuando el
día,
Perdido casi en sombra,
renacía,
Tejiendo sus crepúsculos
lunares.
El sol cayó y, unida al pensamiento,
Quedaba la memoria
lastimosa,
Aireada por las brisas, por
el viento.
Cuajó el cristal la sombra silenciosa,
Herido por la helada, cesó
el viento,
La noche llegó triste y
perezosa.
2008 © José Ramón Muñiz Álvarez: los lanceros del
ocaso”
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